Bien
Herman Melville escribió este relato en 1853; entre las narraciones del norteamericano no deja de ser una rara avis, por su tratamiento deltema y la ausencia de personajes carismáticos o fuertes. Quizá sea demasiado arriesgado, como han hecho muchos, prefigurar a Kafka (o al absurdo de Beckett o Ionesco), aunque la pasividad delescribiente bien puede recordar la imposibilidad de acción que atenaza a algunos protagonistas kafkianos. Quizá habría que limitarse a entender el tenaz estoicismo de Bartleby como un resultado de la propiaexistencia, más que de cualquier tipo de opresión. La resistencia del copista no es tal, sino una mera forma de enfrentarse a la vida, una cobardía innata que le incapacita para afrontar los hechosmás banales, como puedan ser las relaciones personales.
Tal vez la grandeza de “Bartleby” es que prefigura al ser humano contemporáneo, atenazado por unas fuerzas —sociales, económicas— que learrebatan su condición de animal libre y natural, privándole de la libertad que supone el elegir; el escribiente decide entre varias opciones, sí, y adopta la menos «social» (en tanto entraña elenfrentamiento con sus semejantes) de ellas, con lo que su autonomía de acción tiene consecuencias directas e inmediatas: se le expulsa del medio social en el que se desenvuelve; la sociedad le da la espalda,reniega de su comportamiento y le niega el estatus de trabajador o ciudadano.
Sin embargo, el principal problema con el copista se le presenta a su patrón, el narrador de la historia; de hecho, uno...
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