Bien
I
Isabel se levantó temprano ese día, miró por la ventana y pudo percibir cómo la suave brisa del verano se transformaba en inclementes ráfagas de viento que atacaban – furibundas – las ramas de los árboles, haciendo que las delicadas hojas (que ya cambiaban sus brillantes tonos verdes por melancólicos rojos-amarillentos) se desprendieran y volaran sin rumbo fijo, de aquí para alláentre los remolinos. Frente sus ojos, el verano cedía ante las claras arremetidas del otoño.
- Nadie puede contra el paso del tiempo – Se dijo a sí misma – Por suerte nadie puede contra el paso del tiempo, y mi día ha llegado al fin – Concluyó con una sonrisa.
Acababa de salir de la ducha, y recorría su departamento cubierta con un par de toallas: una tapando su delgado cuerpo y otraenvolviendo su alborotado cabello húmedo. Se dirigió a su closet y buscó alguna combinación de ropa que le permitiera capear el frío que iba a cubrir la ciudad, indudablemente, de hoy en adelante.
- Una vez que el otoño llega, no hay más que hacer que esperar el invierno – Canturreó mientras ajustaba el cierre de su chaqueta y salía de su departamento.
Llegó al café 10 minutos antes de loacordado y aprovechó el tiempo para comprarse un capuchino para llevar – de esos que venden en vasitos de cartón – y se sentó fuera del café dispuesta a esperar.
Tenía planificado esperar hasta las 9 si fuese necesario – la cita era a las 8:20 – y si, el chico que esperaba no llegaba a esa hora, ya tenía decidido su plan de acción: iría a la casa del muchacho y le presentaría convincentes razonespara entregar la caja. Esperaba no tener que usar el plan B, pero con las compras por internet nunca se sabe. Además en cierta forma todavía le parecía increíble haber encontrado la caja en una subasta de internet. Su padre había dedicado la vida entera a seguirle el rastro a la dichosa caja – de hecho, ella sospechaba que su extraña muerte también estaba relacionada con ella – y ahora Isabel,heredera de la cacería de su padre, estaba a punto de recibirla a cambio de un par de billetes.
- ¡Cómo se nota que el pobre no sabe lo que está vendiendo! – Suspiró, mientras echaba un vistazo a su reloj y comprobaba que ya eran las 8:21 am.
¿Y si él no aparecía? ¿Y si, de alguna forma misteriosa, el muchacho había descubierto el valor de la caja y había decidido usarla para su beneficio? Elmiedo empezó a apoderarse de Isabel ¿Y si la dirección que él había ingresado en el sitio de ventas de internet era falsa? ¿Y si no tenía cómo ubicarlo y perdía el rastro de la caja para siempre? Tomó un sorbo de su vaso de café para tranquilizarse y, al levantar la vista, lo reconoció.
No podría explicar cómo supo que era él, pero lo reconoció sin lugar a dudas. Retiró un mechón de pelo de surostro, infinitamente más tranquila, y lo saludó amablemente:
- Tú debes ser Pedro – Exclamó extendiendo la mano.
- Sí, soy yo, disculpa la demora – Se disculpó el desgarbado muchacho.
- No te preocupes – Contestó comprensiva – Mientras traigas la caja contigo – Sonrió.
- Claro, aquí la tengo – Respondió Pedro mientras metía su mano en un pequeño bolso de laptop y sacaba la caja – No queríadeshacerme de ella, es un recuerdo de mi padre, pero ando en apuros económicos y no me quedó más que ofrecerla. Me extrañó que alguien quisiera comprarla…
- A mí me extrañó más encontrarla en un sitio de ventas por internet – Respondió Isabel mientras extendía un par de billetes de veinte mil pesos al muchacho, luego de haber depositado la caja cuidadosamente en su cartera.
De pronto, sesintió en un peligro profundo: ¿Y si a Pedro le daba por averiguar para qué quería ella la caja? ¿Y si descubría su valor y quería recuperarla? No podía permitirse ese tipo de riesgos, registró el bolsillo de su chaqueta y sacó una impoluta pistola que tenía adosado un silenciador en el extremo del cañón.
- Lo siento – Dijo apenada, mientras disparaba directamente a la frente del joven que acababa...
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