Black swan

Quizá no muchos podrían deducir -salvo los profesionales en la materia- que la investigación de la memoria en los últimos cien años ha determinado que junto a nuestros recuerdos vinculados con vivencias, se han ido apilando en infinitas imágenes de nuestros sueños, nuestra imaginación sosegada e inclusive hasta nuestros pensamientos enfermizos. Todos tenemos un pequeño Satán que nos visita de vezen cuando. La cuestión es controlarlo, que no aflore. Pues bien, haciéndose cargo de aquellas rémoras psicológicas modernas que desquician a millones de personas en el planeta, la manirrota cinematografía de Darren Aronofsky -al igual que lo hicieron en su momento Bresson, Powell y Pressburger, Petrie, Polanski, Lynch, Haneke, Hoblit, los Dardenne o Mangold- funciona resueltamente a partir delcómo aprehender la compleja interioridad del ser humano a través de su mera apariencia exterior. Nos demostró su pericia con mayor o menor hondura a través de argüidos personajes en su embriagante ópera prima Pi: Faith in Chaos, su devastadora Réquiem for a Dream o la espléndida The Wrestler. En Black Swan o El cisne negro, el judío-norteamericano no se enrosca -como lo hizo Fincher en Red Social- enlas periferias de una historia dramática sino que va raudo a la compresión de una enfermiza bailarina piloteándola sin aquiescencia hasta cumplir el pétreo costo de vulnerar la mismísima perfección. Lo que relampaguea como un inquietante esparcimiento de destellos dentro de la oscura aventura de Darren Aronofsky es quizá su desbordado interés por la personalidad múltiple y los recuerdosreprimidos. Sea como fuera, logra convocar nuestra atención pese a que en alguna escena se desnuque por un postín irrelevante. Sin embargo, su compromiso con la tensión y la zozobra es tal que la logra potenciar a tal grado que nos convence que olvidemos todo lo que hemos observado antes sobre los conflictos y penurias de la danza como premisa argumental, y nos invita a dudar, estresarnos, sufrir y simularvolvernos locos como la protagonista. Aún así, el reto que plantea hábilmente Aronofsky está en la mirada ambigua pero necesaria de dos seres opuestos pero que habitan en el mismo cuerpo, y en la misma mente. El andurrial blanco se entremezcla con la pureza, la morbidez y la excelencia pero trenzada en una querella infructuosa de conversión hacia el paraje negro, el mismo que se debe expandir enla lujuria, la vileza y la autodestrucción. Aronofsky utiliza esta vez el mundillo del ballet como el subterfugio perfecto para imponer lo que le apasiona y sabe hacer mejor: la putrefacción moral y física de sus personajes. Reincide en la relación paterna filial como ausente y causante de un modelo humano solitario, estrambótico y devastador. Logra entremezclar el drama psicológico con elverdadero género de horror y, lo exhibe artísticamente con una crudeza que resulta efectista y chocante. La incesante cámara en mano, recorrida con un pulso férreo y persecutor a través de planos secuencia, y varios otros muy cerrados ensimismándonos en todo momento objetos y rostros, se confabulan con una imponente fotografía fundida en la diversidad lumínica de sus magníficos fondos tenebrosos odelicados -el rosado del dormitorio aniñado y lleno de peluches de la Portman- además de un montaje que por su dinámica pareciera mordernos la visión, armonizados en una narrativa apabullante, sin darnos tregua a detenernos en la precisión casi sacramental de la puesta en escena ni en la cohesión de lo maravilloso de la pieza del ruso Chaikovsky -El lago de los cisnes- y menos en el esteticismo quebrotan de los movimientos elásticos y frágiles de los bailarines. No es un film sobre el ballet, y si bien muestra detalles puntuales -las quebraduras de la uñas de las bailarinas o la adaptación de las zapatillas de lona- estos no definen absolutamente nada. La escena descollante de la película es aquella en la que Natalie Portman empieza su metamorfosis en el cisne negro hasta hacer desprender de...