Bogotazo-opnion
Y no era para menos. Tal era la rabia que nos invadía ante el magnicidio del caudillo liberal y grantribuno popular Jorge Eliécer Gaitán, viva moneda que nunca se volverá a repetir.
Lo había asesinado dos horas antes, a la una de la tarde, el sujeto Juan Roa Sierra, un tarado fascistoide infame adoradorde las hordas hitlerianas que habían devastado a Europa. Pero como el que a hierro mata a hierro muere, el asesino, horriblemente destrozado, fue arrastrado por la carrera séptima y por la frenéticamuchedumbre que arrojó su cadáver frente al Palacio Presidencial, hoy Casa de Nariño.
Después presenciamos el incendio de El Siglo y la destrucción y saqueo de la Prefectura de Seguridad, sede deldetectivismo, frente a la Capuchina. Luego, el asalto y pillaje de las ferreterías de San Victorino. Y, más tarde, los pavorosos incendios de aquel sector comercial y populoso, reducido a cenizas apesar de la lluvia persistente que cayó aquel viernes infausto sobre la capital.
Cuando regresamos a la pensión estudiantil, la calle 22 entre la carrera séptima y la Avenida Caracas era un río humanodesbordado y mortal de saqueadores con el botín a cuestas.
Al caer la tarde plúmbea y húmeda de aquel trágico día, se esfumó entre el desorden y la anarquía el propósito revolucionario de derribar al...
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