Boquitas pintadas
Manuel Puig
Boquitas pintadas
Folletín
Prólogo de Graciela Speranza
La Biblioteca Argentina
Serie Clásicos
Dirigida por Ricardo Piglia y Osvaldo Tcherkaski
La Biblioteca Argentina
Serie Clásicos
Manuel Puig
Boquitas pintadas
© 2000AGEA.S.A.
© 2000 Herederos de Manuel Puig
Primera edición: Editorial Sudamericana, 1969
Diseño cubierta e interiores
Cases i Associats, S.A.
Impreso en Barcelona
ISBN: 84-95594-60-9
Dep. Legal: 2.919-2001
ÍNDICE
Manuel Puig 1
Boquitas pintadas 1
Prólogo de Graciela Speranza 1
PRÓLOGO 4
PRIMERA ENTREGA 8
SEGUNDA ENTREGA 15
TERCERA ENTREGA 20
CUARTA ENTREGA 27
QUINTAENTREGA 34
SEXTA ENTREGA 42
SÉPTIMA ENTREGA 50
OCTAVA ENTREGA 55
II 62
NOVENA ENTREGA 63
DÉCIMA ENTREGA 71
UNDÉCIMA ENTREGA 78
DUODÉCIMA ENTREGA 83
DECIMOTERCERA ENTREGA 89
DECIMOCUARTA ENTREGA 97
DECIMOQUINTA ENTREGA 103
DECIMOSEXTA ENTREGA 112
PRÓLOGO
La galería fotográfica de la literatura argentina no es demasiado pródiga en sonrisas. Abundan sí gestos reconcentrados,miradas aviesas y hasta algún rictus trágico. De ahí que entre tanta pose severa o incómoda ante la cámara, resalte sin proponérselo la risa desembozada de Manuel Puig. La fotografía no lleva créditos y a juzgar por el pelo al viento, la tez bronceada y el mar desenfocado en el fondo, bien podría ser una instantánea de verano. Puig tendrá unos treinta y cinco años en la foto pero la imagen sereproduce en muchas contratapas de sus libros, como si desde el éxito fulgurante de Boquitas pintadas, él mismo hubiese decidido perdurar en el recuerdo sonriendo así.
Motivos para el desenfado y la alegría no le faltan. Como ningún otro escritor argentino de las últimas décadas, Puig consiguió reunir el interés de la crítica, el éxito de público y el reconocimiento internacional, resolviendo a sumodo, único e inimitable, la tensión entre novela experimental y novela popular. Méritos más que suficientes para el desparpajo festivo de la foto y sin embargo, si se observa bien, hay algo más en la sonrisa desafiante, una especie de modesta superioridad, como la del ilusionista que hace gala de un truco que nadie en el público podrá desentrañar. Puig sonríe, se diría, celebrando el pase demagia más aclamado del prestidigitador: la propia desaparición. Basta recorrer las críticas de sus primeras novelas para comprobar la eficacia inmediata de su astucia: «La novela no está escrita en realidad por Puig, dicen los críticos, sino por sus personajes»; «Después de leer dos libros de Puig, dice Juan Carlos Onetti, sé cómo hablan sus personajes, pero no sé cómo escribe Puig, no conozco suestilo». Los comentarios son metafóricos pero rozan una verdad. Porque, ¿cuánto hay de Puig en esas voces ajenas que sus novelas simulan apenas «copiar»? ¿Qué toma y qué deja de los lugares comunes del lenguaje, los clisés del folletín, el tango o el bolero, los cientos de películas que colecciona en su videoteca, las divas que venera en la pantalla? ¿Quién habla en las novelas de Puig?
A sumodo, elíptico y ficcional, sus dos primeras novelas explican el pase de magia. Si La traición de Rita Hayworth (1968) es el relato coral de la iniciación de un escritor en las matinés de cine de un pueblo de provincia, Boquitas pintadas (1969) es la vuelta triunfal del escritor al mismo pueblo, oculto detrás de la mirada sin cuerpo de una cámara. Heredero de la transparencia narrativa del relatoclásico de Hollywood, su arte radica en esconder la propia voz hasta que la historia parezca contarse sola, deslizándose por la superficie de las cosas, registrando las texturas de las voces, montando fragmentos inconexos de letra impresa, cartas, páginas de revistas femeninas, fotos, conversaciones.
Son los años del pop en Nueva York y, en sintonía con las libertades de Andy Warhol y Roy...
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