BOTADEROS

Páginas: 6 (1423 palabras) Publicado: 21 de marzo de 2013
determinación, aunque en una ocasión despachó a uno de forma poco educada. Sucedió con Chris McAllen, quien, a decir verdad, no era más que un gamberro que se merecía que alguien le diera una buena pali-za. De modo que Ella no se mostró demasiado indignada por el hecho de que, de alguna misteriosa manera, hubiera tropezado y se cayera a la piscina después de haberse pasado la noche enteraincordiando a Lisbeth Salander. En favor de MacAllen había que añadir, no obstante, que no era rencoroso. Regresó la noche siguiente, sobrio, e invitó a Lisbeth Salander a una cerveza que ella, tras una breve vacilación, aceptó. A partir de entonces, se saludaban educadamente cuando se cruzaban en el bar.
—¿Todo bien? —preguntó Ella.
Lisbeth Salander asintió con la cabeza y cogió su copa.
—¿Algunanovedad sobre Mathilda? —inquirió Lisbeth.
—Viene hacia aquí. Tal vez pasemos un fin de semana desagrada-ble.
—¿Cuándo lo sabremos?
—Hasta que haya pasado no hay forma de saberlo. Puede dirigirse hacia Granada y girar hacia el norte justo al llegar.
—¿Tenéis huracanes a menudo?
—Van y vienen. En general, pasan de largo. Si no, la isla no existi-ría. Pero no tienes de qué preocuparte.
—No estoypreocupada.
De repente oyeron una risa algo alta y volvieron la cabeza hacia la señora de la habitación 32, que parecía divertirse con lo que su mari-do le contaba.
—¿Quiénes son ésos?
—¿El doctor Forbes y su mujer? Son unos norteamericanos de Austin, Tejas.
Ella Carmichael pronunció la palabra «norteamericanos» con cier-to desprecio.
—Ya sé que son norteamericanos. Pero ¿qué hacen aquí? ¿Éles médico?
—No, no es de esa clase de doctores. Está aquí por la Fundación Santa María.
—¿Y eso qué es?
—Financian la educación de niños superdotados. Es un hombre bueno. Está negociando con el Ministerio de Educación la construc-ción de un nuevo colegio en Saint George's.
—Es un hombre bueno que pega a su mujer —dijo Lisbeth Salan-der.
Ella Carmichael se calló y le echó a Lisbeth unaincisiva mirada an-tes de acercarse al otro extremo de la barra para servirles unas Carib
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a unos clientes.
Lisbeth se quedó en el bar durante diez minutos inmersa en Di-mensions. Ya antes de entrar en la pubertad, se había dado cuenta de que tenía memoria fotográfica y de que con ello se diferenciaba nota-blemente de sus compañeros. Nunca le había revelado a nadie esa característica personal, salvoa Mikael Blomkvist, en un momento de debilidad. Ya se sabía de memoria el texto de Dimensions, pero lo llevaba consigo porque representaba un contacto visual con Fermat, como un talismán.
Pero esa noche no era capaz de concentrarse ni en Fermat ni en su teorema. En su lugar vio ante sí la imagen del doctor Forbes sentado inmóvil en The Carenage con la mirada fija en el mar.
No podía explicarpor qué sintió de repente que había algo que no encajaba.
Al final cerró el libro y volvió a su habitación, donde encendió su PowerBook. Ni pensar en navegar por Internet. El hotel no disponía de banda ancha, pero ella tenía un módem integrado que podía co-nectar con su móvil Panasonic y que le permitía enviar y recibir co-rreo electrónico. Le redactó rápidamente uno a ‹pla-gue_xyz666@hotmail.com›:No tengo banda ancha. Necesito información sobre un tal doc-tor Forbes, de la Fundación Santa María, y su esposa, residentes ambos en Austin, Tejas. Pago 500 dólares al que investigue. Wasp.
Adjuntó su clave PGP oficial, encriptó el correo con la clave PGP de Plague y pulsó la tecla de enviar. Luego miró el reloj y constató que eran poco más de las siete y media de la tarde.
Apagó elordenador, cerró la habitación con llave y bajó hasta la playa, donde caminó unos cuatrocientos metros. Cruzó la carretera que iba hasta Saint George's y llamó a la puerta de un cobertizo que había detrás de The Coconut. George Bland tenía dieciséis años y era estudiante. Pensaba hacerse médico o abogado, o posiblemente as-tronauta, y era, más o menos, tan flaco y casi tan bajo como Lisbeth Salander....
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