Brian W. Aldiss - En la Arena (1963)

Páginas: 14 (3362 palabras) Publicado: 21 de octubre de 2013
EN LA ARENA
BRIAN W. ALDISS
A Javlin Bartramm le resultaban familiares el hedor y el ruido del circo. Sintió endurecerse la red de nervios
de su plexo solar.
Multitudes de redules esperaban jocosos el espectáculo del día. No había que pagar para estar de pie y
estirar el cuello desde la calle; ese gentío probablemente no podía costearse un asiento en el anfiteatro.
Javlin quitó su vista deellos, con desdén. Al mismo tiempo, se sintió halagado cuando lo vitorearon
calurosamente. Amaban a las víctimas humanas.
Su guardián destrabó la portezuela del carro y lo sacó de él, aún encadenado. Entraron, pasando de la
cegadora luz del sol a la oscuridad de la conejera húmeda y fétida debajo del estadio principal. Algunos
redules se paseaban, la oficialidad especialmente. Uno o dos ledesearon buena suerte, otro chirrió: «la
multitud está hoy de buen humor, vertebrado». Javlin no respondió.
Entró Ik So Baar, su entrenador, un redul flamboyante que descollaba sobre Javlin. Llevaba varios
pares de guantes de repuesto alrededor de su vientre anaranjado. La tiara blanca que rodeaba sus antenas
aparecía sólo en los días de competencias.
—Salud, Javlin. Estás en óptimo estado. Mealegro que no luches conmigo.
—Salud, Ik So —respondió Javlin, colocándose en la boca una lengüeta metálica para poder emitir
sonidos similares a los del lenguaje de los redules—. ¿Está mi oponente listo para morir? Recuerda que
seré libre si gano esta vez; será mi duodécima victoria consecutiva.
—Hubo un cambio en el programa, Javlin. Tu oponente sirio se escapó durante la noche y hubo quematarlo. Competirás en un doble-doble.
Javlin tironeó tan fuerte de sus cadenas que el guardián perdió el equilibrio.
—¡Ik So! ¡Me traicionaste! ¿Cuánto te he hecho ganar? No haré un doble-doble.
No hubo cambio alguno de expresión en la máscara del insecto.
—Entonces morirás, mi vertebrado favorito. Este arreglo no fue idea mía. A esta altura ya sabes que
gano más en uno individual. Eldoble-doble tiene que hacerse. Estas son mis órdenes. ¡Guardián, a la celda
107 con él!
Resistiéndose al tirón de su guardián, Javlin gritó:
—Tengo ciertos derechos, Ik So. Exijo ver a mi promotor.
—¡No tantas pretensiones, estúpido vertebrado! Tienes que hacer lo que se te ordene. Te he dicho que
no ha sido culpa mía.

—Entonces, por Dios, dime junto a quien voy a luchar.
—Es alguien que vienede las granjas. Tuvo uno o dos turnos preliminares; dicen que lo hace muy bien.
—De las granjas... —Javlin lanzó el más sucio de los juramentos redules que conocía. Ik So se volvió,
colocándose un guante metálico en sus tenazas delanteras, una cruel y desgarrante arma con un sinfín de
púas. Lo sostuvo ante la cara de Javlin.
—No uses ese lenguaje conmigo, mamífero amigo. Humanos de las granjaso del espacio, ¿cuál es la
diferencia? Es joven y luchará bien junto a ti si tú lo aceptas. Y es mejor que lo aceptes: te han programado
para combatir contra una pareja de ieibilibits.
Antes que Javlin pudiera contestar, la alta figura se fue por el corredor, moviéndose al doble de la
velocidad que hubiera sido normal en un humano.
Javlin se dejó conducir a la celda 107. El guardián, un redulobrero de vientre gris, le quitó las cadenas y
lo empujó hacia adentro, atrancando la puerta. La celda olía a especies extrañas y a miedo.
Javlin se acomodó en el banco. Necesitaba pensar.

Se sabía un hombre simple, pero también sabía que saberlo significaba que su simplicidad era relativa.
Sus cinco años de cautiverio aquí, entre los redules, no habían sido en vano. Ik So lo habíaentrenado bien
en las artes de la supervivencia; y llegado a ese punto no había mayor placer en el Universo que sobrevivir.
No era complicado. No involucraba responsabilidades hacia nadie, excepto uno mismo.
Por ello odiaba las competencias doble-doble, que hasta ahora había tenido la suerte de evitar: porque
envolvían responsabilidad por el compañero de lucha.
Desde el comienzo había estado bien...
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