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Me faltabas Tú,
Desde que Gabriel y Sonia se fueron, René ocupa la cabecera de la mesa y yo el primer puesto de la izquierda. Nuestras cenas transcurren en silencio. Algún comentario sobre el noticiero que nos sirve de fondo, ninguno sobre el Menú. Casi terminábamos el postre cuando René fingió recordar algo que debía decirme.
–mañana empieza el evento.
Nada tenía que decir, seguípaladeando el sabor a vainilla que tanto me gusta en el dulce, él se chupo los dientes y continúo.
-prepara el cuarto de Gabriel. Una chilena que no había confirmado se quedó sin hospedaje, pasara aquí la primera noche.
Lo mire queriendo devorarlo. La casa estaba sucia. A ese cuarto apenas entraba desde que mi hijo y su mujer se fueron. “otra de tus conquistas”, hubiera querido decirle, pero elultimo pedacito de dulce se resistió a dejarse tragar.
Amanecí limpiando polvo y telarañas. Cambie sabanas, toallas, puse el rollo de papel sanitario que guardaba para las visitas, fregué la vajilla heredada de mi suegra y hasta compre unas varillas de gladiolos. Me bañe temprano. Pase brillo por las uñas de los pies y manos. Cepille el cabello y busque en mi ropero un trapo que mi hiciera pareceruna ama de casa con buen aspecto. Después de todo “la visita” servía de pretexto para mejorar un poco la existencia.
Eran más de las siete cuando sentí los pasos de René secundado por un ligero taconeo. Cuando viene acompañado no usa la llave, puse el libro sobre la mesita y espere el chirrido del timbre.
Acoger en tu propia casa a la acompañada del marido hace que una se sienta en posicióndesventajosa. Antes de llegar a la puerta me mire de soslayo en el espejo del comedor. Acomode el cabello, estire el vestido, y humedecí los labios con la lengua. Quite el cierre de seguridad y quite el picaporte. A dos pasos del rellano de la escalera, justo debajo del bombillo, estaba la que sería mi huésped y tal vez la amante de René. Una mujer delgada que sobrepasaba en un palmo la cabeza de él.Vestía pantalones holgados, camisola fresca, vaporosa. Las mangas recogidas a la altura del codo dejaban ver los antebrazos cubiertos de pulseras.
-ella es Rosalba, psicóloga y excelente amiga…. Mariela, mi esposa excelente repostera y lectora empedernida….
Nos adelantamos una a la otra. Intente un ademan de saludo pero la estela de perfume y la fuerza de su mirada me neutralizaron. Sentí susmanos suaves, firmes, posadas sobre mis hombros y el ligero roce sus labios en mis mejillas.
-bienvenida-balbucee.
Me hice a un lado para dejarla pasar y a la vez adelantarme para mostrarle los espacios de la casa: la sala, el comedor, el pasillo hacia el baño, la terraza, y por último la habitación.
-es el cuarto de mi hijo- dije abriendo la puerta-; aunque hace cuatro años que no está y no sécuándo volverá, no me acostumbro a llamarlo de otro modo.
Rosalba ladeo la cabeza, era un gesto solidario, comprensible, sin embargo, de solo mirarla me inquietaba. Le mostré el armario, las gavetas y los percheros vacíos para acomodar su equipaje.
-póngase cómoda- dije, acercándome a la puerta- cualquier cosa que necesite no tenga pena en llamarnos.
El olor a champú y cremas invadió la casa.Por primera vez, en mucho tiempo, repare en mi tocador vacío y enfrenté la imagen que me devolvía el espejo. Dos rayas pequeñas en las puntas de los ojos, otras más suaves en la comisura de mis labios. El cuello estaba un poco mejor, un tanto largo, pero sin papada. René apareció en la puerta, su figura se dibujó tras la mía, como en las fotos de hace años.
-no te apures en servir, primero leofreceré un trago o una copa de vino.
Asentí con la cabeza, la novela ya no estaba en mi plan. A las once de la noche estaría fregando platos mientras él y la ejecutiva debatirían los temas del evento. Los tacones repicaron en el pasillo. La cercanía de su perfume delató su presencia. Ahora era su silueta la que se fundía conmigo en el espejo y sus ojos los que parecían clavados en los míos. Los vi...