Bu No Se
La joven loca corrió airadamente por la luminosa habitación de la torre y tapó la vista del tumulto. Dos terapeutas, vestidos de calle, seprecipitaron tras ella hacia la gran estancia circular, y se agacharon para no tapar la vista que se dominaba desde las ventanas de vidrios de colores. Lajoven delgada y rubia, eludió al terapeuta jefe y fue directamente hacia el sargento James Xavier Hacker. Éste ya se levantaba de la silla de plástico y le tendíala mano.
—Ahora tranquilícese —le dijo.
Desde la silla contigua, el terapeuta jefe Weeman exclamó:
—¡Alto, señora Gibbons!
Se inclinó hacia delante ygolpeó a la delgada joven con la correa de su porra. Ella se quedó rígida, sin llegar a tocar a Hacker.
—¿Por qué lo ha hecho? —preguntó Hacker, sosteniendoel cuerpo paralizado de la chica.
—Intentamos proporcionar a nuestros más esperanzados pacientes una apariencia de autonomía y libre acción —dijo Weeman.Guardó la porra en el bolsillo de su túnica verde—. Los incidentes no pueden fomentarse, pero, por otro lado, tampoco deben ser eliminados con medidas demasiadodrásticas.
Los dos terapeutas vacilaban, con las manos extendidas discretamente hacia la paciente. Hacker dijo:
—Tardará dos horas en sobreponerse a esto.Dejó que los dos fornidos hombres se llevaran a la muchacha fuera de la torre del centro de rehabilitación.
Weeman dio unos tironcitos a su rubia barba,como si, de repente, dudara de su autenticidad.
—Encuentro casi fascinante su interés por una trastornada ama de casa, una joven a la que ni siquiera conoce………
Regístrate para leer el documento completo.