Buen material

 Las décadas entre los 60 y los 80 es un tramo bastante complejo y turbulento de la historia de América Latina. La tierra de nuestro continente, entre sus amplias llanuras y largas cordillerasdotadas de verdes estribaciones se ve convaleciente, alicaída, mayoritariamente arrasada en su totalidad por el empecinado deseo de poder y sed de control, que solo se sacia al ver desarraigar hasta lamás mínima expresión de la armonía social y cultural de cada país. Muchos, pavorosos de saber la indecorosa verdad e ingenuos de persuasión definen esto ilusamente como “Alianza por el Progreso”, “Luchacontra el Comunismo” e incluso “evitar posibles guerras o desordenes internos”, adentrándose en inútiles reflexiones sobre si estas propuestas serian la cataplasma que apaciguaría aquellasproblemáticas señaladas, cuando la meta era sencillamente una sola. Yo peyorativamente lo llamo Imperialismo Estadounidense, un imperialismo reflejado en los ojos de un cóndor, ya a estas alturas del tiempodecrepito y atolondrado, asentado sobre el dintel del Capitalismo, lívido y temeroso de desplomarse una vez más. Si bien a primera vista, observamos que el país norteamericano siempre ha estado en unaposición integra y repleta de condecoraciones ciertamente, nunca ha sido tan así, sino que es una faceta transitoria, que intenta ocultar la realidad más profunda, que los ha llevado a ser nada más queel estropajo pestilente que han malogrado numerosas veces esconder a las palabras de miles, que ya no serian tan panegíricas o que dejarían de irradiar la animosidad de elogios que estabanacostumbrados a recibir, tomando un sentido advenedizo a lo que desean mostrar como apariencia.
Latinoamérica deambulaba sumida en la consternación, envuelta en una hostil y corrosiva mortaja que aprisionaba supalido cuerpo, agonizante por la incisiva dentellada proveniente desde la furtiva Norteamérica. Los políticos gringos, sicarios vestidos de corbata y ribeteados trajes, se agasajaban gustosos de...