Buenos Días

Páginas: 12 (2959 palabras) Publicado: 28 de octubre de 2012
-Buenos días, abuelo... -dije yoooo.
-Dios guarde a usted, señorito... -dijo
-¡Muy solo va usted por estos caminos!...
-Sí, señor. Vengo de las minas de Linares, donde he estado trabajando algunos meses, y voy a Guayaquil a ver a mi familia. ¿Usted irá...?
-Voy a Almería..., y me he adelantado un poco a la galera, porque me gusta disfrutar de estas hermosas mañanas de abril. Pero, si no meengaño, usted rezaba cuando yo llegué... Puede usted continuar. Yo seguiré leyendo entre tanto, supuesto que la galera anda tan lentamente que le permite a uno estudiar en mitad de los caminos.
-¡Vamos! Ese libro es alguna historia... Y ¿quién le ha dicho a usted que yo rezaba?
-¡Toma! maraco ¡Yo, que le he visto a usted quitarse el sombrero y santiguarse!
-Pues, ¡qué demonio!, hombre... ¿Por quéhe de negarlo? Rezando iba... ¡Cada uno tiene sus cuentas con Dios!
-Es mucha verdad.
-¿Piensa usted andar largo?
-¿Yo? Hasta la venta...
-En este caso, eche usted por esa vereda y cortaremos camino.
-Con mucho gusto. Esa cañada me parece deliciosa. Bajemos a ella.
Y, siguiendo al viejo, cerré el libro, dejé el camino y descendí a un pintoresco barranco.
Las verdes tintas y diafanidad dellejano horizonte, así como la inclinación de la montañas, indicaban ya la proximidad del Mediterráneo.
Anduvimos en silencio unos minutos, hasta que el minero se paró de pronto.
-¡Cabales! -exclamó.
Y volvió a quitarse el sombrero y a santiguarse.
Estábamos bajo unas higueras cubiertas ya de hojas, y a la orilla de un pequeño torrente.
-¡A ver, abuelito!... -dije, sentándome sobre la hierba-.Cuénteme usted lo que ha pasado aquí.
-¡Cómo! ¿Usted sabe? -replicó él, estremeciéndose.
-Yo no sé más... -añadí con suma calma-, sino que aquí ha muerto un hombre... ¡Y de mala muerte, por más señas!
-¡No se equivoca usted, señorito! ¡No se equivoca usted! Pero ¿quién le ha dicho?...
-Me lo dicen sus oraciones de usted.
-¡Es mucha verdad! Por eso rezaba.
Yo miré tenazmente la fisonomía delminero, y comprendí que había sido siempre hombre honrado. Casi lloraba, y su rezo era tranquilo y dulce.
-Siéntese usted aquí, amigo mío...-le dije, alargándole un cigarro de papel.
-Pues verá usted, señorito... -Vaya, ¡muchas gracias! ¡Delgadillo es!...
-Reúna usted dos y resultará uno doble de grueso -añadí, dándole otro cigarro.
-¡Dios se lo pague a usted! Pues, señor... -dijo el viejo,sentándose a mi lado-, hace cuarenta y cinco años que una mañana muy parecida a ésta pasaba yo casi a esta hora por este mismo sitio...
-¡Cuarenta y cinco años! -medité yo.
Y la melancolía del tiempo cayó sobre mi alma. ¿Dónde estaban las flores de aquellas cuarenta y cinco primaveras? ¡Sobre la frente del anciano blanqueaba la nieve de setenta inviernos!
Viendo él que yo no decía nada, echóunas yescas, encendió el cigarro, y continuó de este modo:
-¡Flojillo es! Pues, señor, el día que le digo a usted venía yo de Gergal con una carga de barrilla y al llegar al punto en que hemos dejado el camino para tomar esta vereda me encontré con dos soldados españoles que llevaban prisionero a un polaco. En aquel entonces era cuando estaban aquí los primeros franceses, no los del año 23, sino losotros...
-¡Ya comprendo! Usted habla de la Guerra de la Independencia.
-¡Hombre! ¡Pues entonces no había usted nacido!
-¡Ya lo creo!
-¡Ah, sí! Estará apuntado en ese libro que venía usted leyendo. Pero, ¡ca!, lo mejor de estas guerras no lo rezan los libros. Ahí ponen lo que más acomoda..., y la gente se lo cree a puño cerrado. ¡Ya se ve! ¡Es necesario tener tres duros y medio de vida, comoyo los tendré en el mes de San Juan, para saber más de cuatro cosas! En fin, el polaco aquél servía a las órdenes de Napoleón..., del bribonazo que murió ya... Porque ahora dice el señor cura que hay otro... Pero yo creo que ése no vendrá por estas tierras... ¿Qué le parece a usted, señorito?
-¿Qué quiere usted que yo le diga?
-¡Es verdad! Su merced no habrá estudiado todavía de estas cosas......
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