Buenos Tratos_1011
“EL CASO DE ALBA”
Alba era una chica divertida y encantadora, a todo el mundo le agradaba, pero todos se
dirigían hacia ella con una actitud diferente, simplemente por ser Alba Perla. Ella aceptaba todo,
nunca se enfadaba. Siempre sonreía con esos ojillos que desprendían gratitud. Sin embargo, para
todas las alumnas de tercero era nuestro chivo expiatorio, nuestra víctima perfecta. A veces,
incluso parecía feliz mientras soportaba nuestras pesadas bromas a cambio de pertenecer a
nuestra pandilla.
En ningún momento nos habíamos puesto de acuerdo para tratarla así, ni siquiera
habíamos hablado sobre su ropa hortera, ni sobre su mal gusto para arreglarse el pelo. Pero un
día, una de nosotras comenzó:
¿Os habéis fijado en su falta morada?, ¿os han contado las
guarradas que hace con ese chico?... Las demás continuamos desahogándonos y contando todo lo
que, sin duda, siempre habíamos pensado. Ahí no quedó la cosa. Nuestra relación con Alba
terminó un treinta de marzo, cuando unos chicos de cuarto nos invitaron a una fiesta que
organizaban. Alba estaba entusiasmada; era la primera vez que su madre la dejaba ir a una fiesta.
Entonces pasó algo terrible: no recuerdo quién fue, pero, varios días antes de la fiesta, alguien dijo:
Alba no puede venir con nosotras; con las pintas que lleva, no ligaremos. Tenemos que
deshacernos de ella. ¿Cómo se lo diríamos? No sé por qué, pero, como siempre, me tocó
comunicárselo.
Durante un cambio de clase, estábamos discutiendo sobre el vestido que nos íbamos a
poner y de repente, ¡oh, no!, Alba se acercaba. Todas me dijeron:
Ahora, chica, es tu turno. No
sabía cómo hacerlo, ella venía hacia nosotras sonriendo y yo la miraba seria, pero no se daba por aludida,
¿por qué me lo pone tan difícil? –Pensé, llegó hasta mí y me preguntó
¿hay algún
problema? Me quedé en silencio, mientras las demás seguían hablando, aunque, en realidad,
estaban pendientes de lo que yo iba a decir, y, sin saber cómo, dije:
Lo siento Alba, no puedes
venir a la fiesta. Ella me miró fijamente y, en un segundo, sus ojos se empañaron y brillaron como
diamantes; las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas blancas. ¡Qué horror! Todavía lo
estoy viendo. Se volvió sin decir nada, sin pedir explicaciones. Fue la última vez que la vi, nunca
más volvió al instituto.
Ahora, treinta años después, sigo pensando en ella, y me encantaría no haber hecho lo que
hice, pero ya no tiene remedio. Sólo sé que nunca más he tratado a nadie de esa manera; que en
cada persona marginada veía su cara e intentaba remediar lo sucedido. Quisiera poder encontrarla,
explicarle lo mal que aún me siento y pedirle disculpas. Pero, como supongo que eso no será
posible, me contentaré con terminar con unas líneas dedicadas a Alba:
Alba, quiero que sepas que nunca he sido una santa. A lo largo de mi vida he cometido muchos
errores, pero estoy segura de que no he vuelto a traicionar conscientemente a nadie como te lo
hice a ti, y espero no volver a hacerlo.
Rosario (45 años).
¿Qué os parece la historia de Alba? ¿Con qué personaje os identificáis y por qué? ¿Qué se podría
hacer para que nadie se sintiera como Alba? ¿Qué creéis que debería haber hecho Rosario? ¿Por
qué se siente culpable Rosario?
“EL CASO DE MIGUEL”
“Nos habíamos mudado de ciudad por el trabajo de mi padre. Yo entraba en un colegio
nuevo, estaba muy contento, haría más amigos y estaba seguro de que iba a ser un buen curso.
Al principio todo fue bien, sólo ...
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