Bulimia nerviosa
En 1981 la psicóloga Susana Angera y la pediatra Mirta Guelman de Javkin encuestaron a 548 adolescentes de 12 a 18 años que asistían a escuelas de clase media en la ciudad de Rosario, Argentina (según la bibliografía de la época sólo aparecía la patología en ese estrato social). Pertenecían a tres clases de escuelas: a) mixta, b) privada y religiosa, c) estatal de mujeres. Lagran mayoría utilizaba diversos métodos de adelgazamiento por rechazo a distintas partes de su cuerpo. El 17,4 % ya no menstruaban (amenorrea) y respondían que siempre padecían alguno de estos síntomas: cefalea, irritabilidad, tristeza, cansancio y alteraciones de sueño. Sus rendimientos escolares eran llamativamente sobresalientes, entre otras obediencias que les exigía el medio. Todastergiversaban su imagen corporal: pese a estar muy delgadas manifestaban abiertamente el deseo de seguir adelgazando. Si bien la encuesta que realizaron fue amplia, la imposibilidad que tuvieron de examinarlas hizo que fueran catalogadas como población de riesgo, que hasta entonces en esa población nadie había detectado. Actualmente pasa lo contrario: si bien la mayoría de las adolescentes están disconformescon su cuerpo y utilizan diferentes técnicas para transformarlo, no se debe diagnosticar un cuadro tan complejo como la anorexia o bulimia con tanta ligereza y menos iniciar tratamientos bajo el rótulo de “enfermas”. La “imagen” interna del propio cuerpo o “esquema corporal” se construye desde muchos lugares, ayudan el espejo, las miradas y palabras de los que rodean. No es una fotografía, es unesquema del lápiz de las vivencias. El “piropo” del padre es eje en esta construcción. Freud decía que el yo es primero que el yo corporal, difícil de separar del mental. Los cambios en la pubertad encuentran a los padres distraídos en sus propias luchas, sin poder hacerse cargo de la angustia que atraviesa el hijo al encontrarse cada mañana con el propio cuerpo mutado. La imagen corporal organizael espacio a medida que se construye, pero los pasos de una joven de nuestra época los tiene marcados por la intencionalidad de ser lo que los medios de comunicación imponen. La “epidemia” invade las ideas de tal manera que los discursos se limitan al mismo tema, con diferentes variaciones: qué comer, cuánto comer, cómo comer, qué dieta hacer, cuánto pesar, cuánto bajar… En el inventario denecesidades internas inapelables donde se encuentran el hambre, el medio incrusta el cáncer de un apetito desaforado por tanta sobreoferta impuesta. Todo pasa por el doble mensaje de publicitar infinitos alimentos y a su vez prohibirlos. Si fuera posible restaurar el medio ambiente y armar la protección, colocando nuevamente a los “seres queridos” en el espacio proximal y a las instituciones educativasmediando entre la familia y el resto de la sociedad, tal vez se podría redactar una nueva ideología que quite la mirada del propio ombligo y la corra al mundo, que espera tanto de ellas. Lo que aparenta ser una patología de la hipófisis es en realidad una anorexia ideológica. Hasta que no se logra argumentar el para qué vivir y encontrar un objetivo para andar, es difícil “salir” de una trampainvisible que atrapa más mujeres que varones (al menos por ahora). Según Mara Selvini Palazzoli, la diferencia de género se debe a la etapa previa de la enfermedad porque “la mujer se convierte mucho más fácilmente dominada por la madre, niña modelo de una madre invasora, intolerante e hipercrítica”. ”Las madres de las anoréxicas han hecho mucho por sus hijas, incluso demasiado, pero sin sacar deello ningún sentimiento de alegría.” Hace dos o tres décadas se definía la anorexia nerviosa como “una enfermedad ubicada en el terreno intermedio en que confluyen lo biológico, lo sicológico y lo social…” Así, un
adolescente (generalmente del sexo femenino) interrumpe su proceso de individuación y crecimiento auto prescribiéndose la muerte corporal a cambio de la preservación espiritual. Esta...
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