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(Reflexiones urgentes sobre los contenidos de lo heroico)
Javier Aranguren1
No sé muy bien por qué motivos, pero la gente coincide al decir que lo que
busca en la vida es una cosa que llama felicidad. A veces la adjunta al verbo ser (“yo
quiero ser feliz”), denotando que no se trata de encontrar algo que más o menos rellene
un expediente, o cierto ámbito delvariado campo de sus aspiraciones, sino que
precisamente el conjunto de éstas consiste en tal felicidad, y no como algo tenido, sino
como sido, como siendo. Es curioso constatar entonces de qué manera no nos
conformamos con lo que somos, sino que nuestras existencias apuntan como la flecha
al blanco, hacia algo que no tenemos, hacia algo que nos es debido y que nos falta. La
vida humana, de esemodo, puede ser caracterizada como tensión hacia un fin, como
conciencia de la carencia –parece como si cada uno de nosotros se dijera “todavía no
soy lo que debo ser, o lo que puedo ser”–, acompañada por el conocimiento de que ese
fin que se busca trata, precisamente, de esa cosa que nadie sabe muy bien en qué
consiste, pero que todos (vulgo y nobles, dice Aristóteles) coincidimos en llamarfelicidad.
I. Il dolce far niente
Mas aquí se empiezan a plantear diversos problemas. ¿Debemos aspirar a lo que
no tenemos, a lo que tal vez no sea siquiera alcanzable? Para muchos (pongamos por
caso a pensadores como Maquiavelo, Nietzsche o Freud) en esta vana aspiración se
cifra el origen de la violencia, de la desesperanza, de la frustración. ¿Ponerse metas
difíciles?, ¿aspirar a un deberser, a un ideal moral? No: tal cosa sería convivir con lo
imposible, ir contra la realidad de la limitación propia de nuestra naturaleza (a
Maquiavelo –dentro de lo que se podría denominar un “realismo sucio”– le gusta
1 Doctor en Filosofía. Autor de ocho libros y numerosos artículos, relacionados sobre
todo con los campos de la antropología filosófica, la ética y la educación. El presenteartículo es un capítulo del libro Los paraísos encontrados, Eiunsa, Madrid 2004.
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“No nos gusta la
palabra héroe:
suena, en nuestros
democráticos oídos,
a película
non stop action,
protagonizada por
Rambo.”
referirse a “la triste condición humana”), y de ese modo negarse a convivir con lo que
uno mismo es.
Para esta línea de pensamiento, el hombre no debe aspirar hacia lo alto, porqueprecisamente lo alto en lo humano consiste en atreverse a aceptarse como lo que –
supuestamente– se es: un cúmulo de instintos más o menos conscientes, que forman a
un animal más entre los animales, que sólo movido por complejos y represiones intenta
despegarse del humus de los instintos y la sexualidad para alzarse a vuelos de ensoñación
y estupidez como la justicia, la moral o la religión. Laimagen del hombre, como por
otro lado se han empeñado en enseñarnos los totalitarismos de todo cuño que han
colmado el siglo XX, queda así reducida a una realidad animal, a un factum a la espera de
una manipulación, y que no cuenta con razón alguna para ser tratado como detentador
de una especial dignidad. “Lo sentimos mucho” –parece querer decir esta parte de la
modernidad–, “pero este animaltan extraño como es el ser humano no merece, de por
sí e incondicionalmente, ni respeto ni cuidado”. La reivindicación nietzscheana de la
voluntad de poder y del sojuzgamiento de los más débiles no deja espacio para
interpretaciones benévolas o políticamente correctas.
Sin embargo, este breve diagnostico negativo de la parte instintiva de la
modernidad no asegura los aplausos a la posiciónética que defiende Aristóteles, y es
que esa doctrina no parece en absoluto cómoda. Decir que el hombre está por hacer,
que se encuentra in medias res en el tortuoso camino de la vida, no resulta siempre
agradable de escuchar pues no nos deja muy bien parados y –para empeorar las cosas–
parece que nos va a exigir un buen esfuerzo para encaramarnos hasta conseguir la tan
llevada excelencia....
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