cabello
-Ciertamente, le dijo el pescador, no tenías necesidad de hablar tanto, pues no haré tampoco otra cosa quedejar nadar a sus anchas a un barbo que sabe hablar.
Le echó al agua y el barbo se sumergió en el fondo, dejando tras sí una larga huella de sangre.
El pescador se fue a lachoza con su mujer: -Marido mío, le dijo, ¿no has cogido hoy nada?
-No, contestó el marido; he cogido un barbo que me ha dicho ser un príncipe encantado y le he dejado nadarlo mismo que antes.
-¿No le has pedido nada para ti? -replicó la mujer.
-No, repuso el marido; ¿y qué había de pedirle?
-¡Ah! -respondió la mujer; es tan triste, estan triste vivir siempre en una choza tan sucia e infecta como esta; hubieras debido pedirle una casa pequeñita para nosotros; vuelve y llama al barbo, dile que quisiéramos teneruna casa pequeñita, pues nos la dará de seguro.
-¡Ah! -dijo el marido, ¿y por qué he de volver?
-¿No le has cogido, continuó la mujer, y dejado nadar como antes? Pues loharás; ve corriendo.
El marido no hacía mucho caso; sin embargo, fue a la orilla del mar, y cuando llegó allí, la vio toda amarilla y toda verde, se acercó al agua y dijo:
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