Cachorro de tigre

Páginas: 7 (1682 palabras) Publicado: 8 de mayo de 2013
PCachorro de Tigre
I
Me lo trajeron una mañana. Su aspecto inspiraba lástima. Por su estatura aparentabadoce años, pero por su vivacidad y por la chispa de malicia con que miraba todo y sumanera de disimular cuando se veía sorprendido en sus observaciones, bien podríaatribuírsele quinceY no sólo era una especie de enigma por la edad, sino también por lo que pudierahacer o pensar.
Mánam, mánam, era la respuesta que daba a todo. No sabía nada ni nadaentendía, pero con los ojos parecía decir lo contrario. Y como tampoco supo decirnos sunombre en los primeros días, o no quiso decirlo, y era necesario llamarlo por alguno,resolví rebautizar a tan pequeña persona con el de
Ishaco
, así en quechua, ya para que loentendiera bien y le sonara agradablemente a sus oídos de chaulán cerril, yapara queobedeciera mejor cuanto se le iba a ordenar en lo sucesivo.Verdad que su apellido lo supe desde el primer momento, pero me parecía impropiollamarle por él no sólo por lo inusitado, sino para evitarme el compromiso de satisfacer acada instante la curiosidad pública sobre su procedencia.Y no se crea que el apellido significase una rareza, una extravagancia o un equívoco,cosa tan corrienteentre los indios. El apellido no podía ser más español: Magariño. Peroes que pesaba sobre él una celebridad tan triste...¡Magariño! Así se había llamado, hasta poco antes de la llegada del muchacho, unaespecie de
Rey del Monte
andino, que durante diez años había vivido asolando pueblos,raptando y violando mujeres, asesinando hombres y arreando centenares de cabezas deganado de toda especie alreino misterioso de sus estancias, hasta que la bala de uno desus tenientes le puso término a sus terribles correrías.Además, el mismo chico, por no sé qué razones, había contribuido a este silencio, aesta extinción del apellido paternal. Así se le hubiera llamado por él cien veces, elindiecillo no habría contestado jamás. Donde cualquier otro muchacho hubiese acabado por ceder, él supo mantenerseinalterable, impasible, sereno, inquebrantable... Así logróimponerles a todos su nuevo nombre de
Ishaco
y pocos días después nadie volvió allamarle por Magariño.Pronto se hizo
Ishaco
necesario para todo: para los recados, para las compras, para lacocina, para la mesa, para mis hijos, hasta para el Juzgado, cuyo aseo y arreglo aprendióen un santiamén, con lo que probó que el cerebro de unchaulán no es tan refractario a laidea de orden como parece. Y se hizo el necesario, no por ser el único, sino porque,viéndole todos su voluntad, su paciencia, su acomodamiento, su prontitud para hacer lascosas, todos acabaron por descargar en él gran parte de sus obligaciones, cosa, desde otro punto de vista, muy propia de la humana naturaleza. Ishaco quedó, pues, convertido en la piedra angular demi servidumbre, y también en cabeza de turco cuando alguiennecesitaba aliviarse de una disculpa. Todo lo bueno lo hacían los demás; todo lo mal,
Ishaco
.Y con qué facilidad se fue enterando de todo. Antes del mes llamaba todas las cosas por sus nombres. Cuando vio la máquina de coser quedóse largo tiempo mirándola ydando vueltas en torno de ella; y cuando la vio funcionar, empezó a reírnerviosamente ya zapatear, como si estuviese bailando
cashua
. Y rió tanto que todos acabaron por reír también.

—¿Te ha gustado la máquina? Es para coser vestidos. Aquí se te va a coser camisas,sacos, pantalones,. Verás que buenmozo vas a quedar con el vestido que te van a coser. —¿Y máquina cose gente también? —preguntó con cierta curiosidad no exenta demalicia. No, hombre; a la gente no se lacose.
Ishaco
volvió a reír más fuerte; pero ya no con risa ingenua, sino con risa que parecíaresponder a un extraño pensamiento, pues al retirarse murmuró: —¡Qué bueno coser Valerio!
II
La persona que me trajo a
Ishaco
, un sargento de gendarmes, me dijo: —Ya que no he podido traerle, señor, las pieles de zorro que le prometí, pues la batida no nos ha dejado tiempo para nada, le traigo, en...
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