Calipso


Amado Odiseo,
Desde que partiste de Ogigia no he podido volver a regocijarme junto a tu presencia, y lo único que hago es pensar en lo maravilloso que eran los momentos junto a ti. Ahora nopuedo hacer más que llorar día y noche en la ribera como tú, mi héroe, cuando solías consumirte en lágrimas y dolor.
¡Oh amado mío! Ya no veo la hija de la mañana, encantada Aurora, como la hacía cuandoestabas en mi morada, mi canto ha perdido su bella sonoridad que durante tantos años le brindó a mi isla paz y tranquilidad, y mis hermosos tejidos, que cubrían tu deiforme cuerpo, ya no son más queretazos sin forma ni perfección.
Tu partida ha hecho de mí una mujer desgraciada y solitaria; ya no tengo pretendientes porque a nadie le gusta que solo hable de ti, tus virtudes y aventuras. Loúnico que me acompaña es tu recuerdo, el recuero de un hombre guapo y perfecto, que por siempre estará vivo en mi memoria.
Todavía me acuerdo del momento en que Hermes, el de la áurea vara, venerable ycaro, llegó a mis aposentos para contarme la decisión que había tomado Zeus, señor absoluto del Olimpo, de dejarte regresar a Ítaca, y yo, con el dolor más profundo de mi ser, acepté; pero nunca penséque desde ese momento viviría un martirio.
Es el momento en que sigo sintiendo rabia con las deidades del Olimpo, deidades malignas, que te arrebataron de mí porque estaban celosos de que yo, ladivina entre las diosas, te tuviera en mi espléndido hogar.
¡Venerable deidad! Sueño contigo en cada momento y todas las noches, justo en la hora que comíamos suculentos banquetes, puedo ver tu reflejoen la luna y me desvelo mirando tus ojos tan profundos y brillantes, esos ojos que hicieron enamorarme de ti, querido mío, desde el primer instante que vi tu rostro cuando te acogí amigablementedespués del ardiente rayo que Zeus mandó sobre tu tripulación.
Es tal mi tristeza que las aguas cristalinas se convirtieron en turbias, la verde selva de chopos, álamos y cipreses olorosos se...