Calles vac as
De pronto un sonidometálico. Un zumbido tenue que parece ir trepanando la calle en pendiente. Ninguna luz tras los cortinados de la ventana. Ni por las rendijas de las pertas cerradas. Solo los focos callejeros rebotandocontra las paredes. La calle desierta y un aro que gira y avanza, que gira y avanza empujado por una niña que corre tras él. Una niña vestida de blanco en la noche inmensa, con el cabello cayendo sobre suespalda y la calle vacía y el aro que gira y avanza. Su vestido largo ondula, como su cabello al aire, mientras ella corre. Desde lo alto de un edificio un niño la está mirando. Nada más que unasombra tras los cortinados. Nada más que unos ojos curiosos. Allá abajo, la niña corre tras el aro, la niña blanca, la niña ondulante, la niña decidida. Los ojos del niño la siguen hasta que desapareceentre ángulos y sombras.
Ahora hay un rumor rítmico, tajante. Los ojos no se apartan de la calle vacía. Centenares de pies aplanan el asfalto, al mismo tiempo, sin desentonar. El grito agudo de unaorden corta el espacio. Los soldados desfilan a paso de ganso, severo, adusto. Las piernas bien rectas, las espaldas erectas, los sables verticales. La brigada nocturna avanza hacia el cruce donde hadesaparecido la niña del aro, los focos
callejeros imantan los uniformes de una luz amarilla y desvaída y sobre las paredes se estampan las sombras simétricas de decenas de piernas que bajan ysuben, que bajan y suben como martillos mecánicos. A paso de ganso, arriba y abajo, los soldados avanzan. Al frente el oficial con su sable en alto, y más atrás, en filas de diez, los soldados avanzanmientras el niño en lo alto estudia sus pasos, registra hasta el menor de sus movimientos. La madre se le ha aproximado. Ha atravesado la penumbra para situarse protectora tras su espalda. El niño...
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