Camila Figairas Sanchez

Hace dos semanas aproximadamente, fue un viernes lorecuerdo muy bien. Caminaba por la calle, y me encontré con la sorpresa que en la casa de la familia Ramos seescuchaba gritos y llantos de una mujer con sus niñas. Me detuve por un momento y escuchabaabsolutamente todo lo que decía “el mandón” de esa casa. El hombre estabaebrio, le reclamaba a su esposa que no se metiera en su vida, y que le da la regalada gana de venir a la hora que él desee. Ladiscusión seguía y la mujer le sacaba encara todos los defectos que tenía su esposo, fruto de este reclamo, escuche claramente el sonido de una bofetada y los golpes que le daba este cobarde a su esposa.Nopodía hacer nada, solo guardaba mi ira por dentro, y lamentándome de esta triste situación. Estos son uno de los cuantos casos de violencia familiar que ocurren ennuestra sociedad.

El motivopor el que me encuentro haciendo este discurso es porque estoy cansado de ver tanto maltrato, que salgan en las noticias: “Golpean aniño de 7 años con cuchara caliente” o “Hombre echa agua hervida enel rostro de su esposa”. Hechos inhumanos que a veces las autoridades no toman conciencia para brindarun apoyo ya sea psicológico o médico y dar la debida sanción para los agresores.
¿Cómo sepuede vivir tranquilo, si escuchamos en las esquinas de nuestros hogareslos golpes que recibe un niño, el llanto desconsolado de una mujer, el grito y el reclamo de un abusivo? Vivir en paz es underecho, como también la protecciónfamiliar.

Si bien es cierto contamos con una Ley de Protección frente a la Violencia Familiar (Ley Nº 26763), a fin de evitar que se siga maltratando a la víctima;.