Camino De La Vida
GUIA DE UN MUNDO FUTURO Las malezas altas y exuberantes en el borde del terreno desaseado y vacío- se movieron ligeramente. Las anchas hojas del viejo lampazo rasgado ondularon oblicuamente y los dos ojos verdes no parpadeantes fijaron la vista en la oscuridad de la calle lúgubre. Lentamente, y con mucha cautela, un gato flaco y amarillo apareció en la acera desnivelada. Se detuvoexpectante para olfatear en el aire nocturno señales de enemigos. Amigos no los tenía, pues en esta calle los gatos vivían una.existencia casi selvática, con las manos de todos los hombres contra ellos. Convencido por fin de que no había peligro, saltó al centro de la calzada y allí se sentó y comenzó a asearse cuidadosamente. En primer lugar se lavó las orejas, y luego la parte trasera delcuello con una zarpa bien humedecida. Finalmente, con la- pata izquierda apuntando al cielo, continuó su acicalamiento cuidadoso. Interrumpiéndose durante un instante para recobrar el aliento, miró a su alrededor y contempló la triste calle. Sucias casas de ladrillo de otra época. Cortinas andrajosas en ventanas manchadas de hollín, con la pintura que se desprendía de los marcos podridos de lasventanas. De vez en cuando llegaba el sonido estrepitoso de algún aparato de radio desentonado, que se acallaba rápidamente cuando alguna imprecación chillona atestiguaba la desaprobación de algún otro inquilino. Centelleos de luz amarillenta llegaban de los faroles que no habían roto los niños de la localidad. Grandes parches de sombra negra se desparramaban por la zona de los faro11
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les rotos. El gato amarillo volvió a acicalarse, indiferente a la basura esparcida por las aceras. De lejos, desde la zona "mejor", llegaba el estruendo en sordina del tránsito y en el firmamento se reflejaba el resplandor de muchos anuncios con luces de neón. Pero allí, en aquella calle, todo era desolación; era la calle de los desesperados. De pronto el gato amarillo se puso alerta, conlas orejas erectas, los ojos fijos en la oscuridad, los músculos listos para la huida instantánea. Algo había llamado su atención. Se levantó de un salto y lanzó un maullido de alarma antes de sumirse en la oscuridad entre dos casas. Durante un momento todo fue normal en la calle: el gemido irritado de un niño enfermo, un hombre y una mujer que disputaban con espeluznantes términos anatómicos, yel chirrido lejano de frenos aplicados de pronto en una calle adyacente. Por fin se oyó el más tenue de los sonidos no habituales: los pasos lentos y pesados, no de un borracho, pues eso era normal allí, sino los vacilantes de un viejo, los pasos de alguien que estaba cansado de la vida, de alguien unido por el hilo más delgado a una existencia miserable e insegura. Los pasos pesados se fueronacercando, como el lento roce de la arena bajo unos pies calzados con sandalias. El oscuro vacío de la calle sombría, mal remediado por los faroles poco frecuentes, hacía difícil ver. Una sombra vaga se movió débilmente a través de un trecho iluminado y volvió a tragarla la oscuridad. El sonido de una respiración resollante y asmática hería ásperamente los oídos a medida que se aproximaba la figuradesconocida. De pronto los pasos se detuvieron y se r:y o el ruido ronco de una fuerte expectoración, seguida por una aspiración dolorosamente sibilante. Un fuerte suspiro y los pasos vacilantes reanudaron su ritmo cansado. Una sombra blanquecina surgió vagamente de la semioscuridad de la calle y se detuvo bajo un farol que iluminaba débilmente. Un anciano vestido con una sucia túnica blanca ycalzado con sandalias andrajosas examinó con evidente miopía el terreno que tenía delante. Se agachó y buscó a tientas para recoger la colilla de un cigarrillo arro12
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jada en la cuneta. Al inclinarse, la carga que llevaba reflejó la luz; era un cartel sujeto a un palo y en el que estaban impresas toscamente estas palabras: "Arrepiéntete, arrepiéntete, pues el Segundo...
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