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Páginas: 79 (19537 palabras) Publicado: 11 de mayo de 2015
Campos de Castilla

De

Antonio Machado

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Índice

I. Retrato
II. A orillas del Duero
III. Por tierras de España
IV. El hospicio
V. El Dios ibero
VI. Orillas del Duero
VII. Las encinas
VIII. ¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo?
IX. En abril, las aguas mil
X. Un loco
XI. Fantasíaiconográfica
XII. Un criminal
XIII. Amanecer de otoño
XIV. El tren
XV. Noche de verano
XVI. Pascua de Resurrección
XVII. Campos de Soria
XVIII. La tierra de Alvargonzález (cuento-leyenda)
La tierra de Alvargonzález (poema)
XIX. A un olmo seco
XX. Recuerdos
XXI. Al maestro “Azorín” por su libro Castilla
XXII. Caminos
XXIII. Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería
XXIV. Dice la esperanza: un día...
XXV.Allá en las tierras altas
XXVI. Soñé que tú me llevabas
XXVII. Una noche de verano
XXVIII. Al borrarse la nieve, se alejaron
XXIX. En estos campos de la tierra mía
XXX. A José María Palacio
XXXI. Otro viaje

XXXII. Adiós
XXXIII. Poema de un día
XXXIV. Noviembre 1913
XXXV. La saeta
XXXVI. Del pasado efímero
XXXVII. Los olivos
XXXVIII. Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don GuidoXXXIX. La mujer manchega
XL. El mañana efímero
XLI. Proverbios y cantares
XLII. Parábolas
XLIII. Mi bufón
Anexo - Elogios

Retrato

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliñoindumentario—;
mas recibí la flecha que me asignó Cupido
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de laactual cosmética
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio delforjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo

que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuandollegue el día del último viaje
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

A orillas del Duero
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pechojadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia delante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor -romero, tomillo, salvia, espliego—.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.
Un buitre de anchas alas, con majestuoso vuelo
cruzaba solitario el...
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