canaima
Barra del Orinoco. El serviola de estribor lanza el escandallo y comienzaa vocear el sondaje:—¡Nueve pies! ¡Fondo duro! Bocas del Orinoco. Puertas, apenasentornadas todavía, de unaregión donde imperan tiempos de violencia y deaventura... Una ceja de manglares flotantes, negros, es el turbio amanecer.Las aguas del río ensucian el mar y saturan de olores terrestres el aireyodado.—¡Ocho pies! ¡Fondo blando! Bandadas de aves marinas que vienen delSur, rosarios del alba en el silencio lejano. Las aguas del mar aguantan elempuje del río y una cresta de olas fangosas corre a lo largo dela barra.—¡Ocho pies! ¡Fondo duro! Destellos de aurora. Arreboles bermejos... ¡Yeran verdes los negros manglares!—¡Nueve pies! ¡Fondo blando! De la tierra todavía soñolienta, hacia elmar despierto conel ojo fúlgido al ras del horizonte, continúan saliendo lasbandadas de pájaros. Los que madrugaron ya revolotean sobre aguascentelleantes: los alcatraces grises, que nunca se sacian; las pardascotúas,que siempre se atragantan; las blancas gaviotas voraces del áspero grito; lasnegras tijeretas de ojo certero en la flecha del pico.—¡Nueve pies! ¡Fondo duro! A los macareos han llegado millaresdegarzas: rojas corocoras, chusmitas azules y las blancas, de toda blancura; perotodas albean los esteros. Ya parece que no hubiera sitio para más y aúncontinúan llegando en largas bandadas de armoniosovuelo.—¡Diez pies, fondo duro! Acaban de pronto los bruscos maretazos de lasaguas encontradas, los manglares se abren en bocas tranquilas, cesa el cantodel sondaje y comienza el maravilloso espectáculode los caños del Delta. Término fecundo de una larga jornada que aún no se sabe precisamentedónde empezó, el río niño de los alegres regatos al pie de la Parima, el río joven de los alardosos escarceosde los pequeños raudales, el río macho de losiracundos bramidos de Maipures y Atures, ya viejo y majestuoso sobre elvértice del Delta, reparte sus caudales y despide sus hijos hacia la...
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