Canon
Quintín
Tuesday, March 29, 2005
Página 2
Aunque no conocí a los jóvenes serios, en cambio me acuerdo de los mediáticos en su época de esplendor, a principios de los noventa, cuando intentaban tomar el poder de la literatura doméstica. Una anécdota me acaba de venir a la memoria. Guillermo Saccomanno era amigo de mi madre y nos conocíamos casi desde la infancia. Unanoche, en un bar de la calle Córdoba, Saccomanno me dibujó en una servilleta el esquema de jerarquías (como si fuera el organigrama de una repartición pública) que debía imponerse o se estaba imponiendo en las letras argentinas. No guardé la servilleta y no creo que valiera tanto como la de Corach, pero me gustaría tenerla hoy.
Recuerdo que en el vértice de la pirámide, como capo di tutti capi,estaba Soriano, que Dal Massetto y Eloy Martínez andaban por allí y que el entonces inseparable trío compuesto Fresán, Forn y Saccomanno revistaba cerca de la cumbre. (Después, escuché decir, Forn y Fresán se habían peleado, Fresán vive en Barcelona y Forn en Villa Gessel, donde según el house organ Radar libros, establece una relación mística con la literatura). El organigrama de Saccomanno parecíainsólito, pero en aquel tiempo yo también me juntaba con Sergio Olguín (fuimos socios en los primeros números de El Amante) y Olguín (que en esa época editaba V de Vian) no tenía pelos en la lengua a la hora de relatar sus visitas semanales a Claudio Zeiger en Página/12, que tenían como objetivo coordinar movimientos estratégicos y, según Olguín lo describía, terminar de desbancar a los babélicosen alianza con el grupo de Saccomanno y pasar de la tercera línea a una segunda en el futuro cercano. Lo que yo no advertía era que El Amante era uno de los lugares a copar dentro de esta estrategia y así fue que, con Elvio Gandolfo a la cabeza del grupo entrista, fueron entrando a la revista (hasta que le compramos la parte a Olguín y a Pedro B. Rey y nos liberamos del contrabando humano) unaserie de uruguayos y rosarinos con relaciones más o menos vagas con las letras pero que de cine ni pío (es curioso que los escritores crean que pueden escribir fácilmente de cine cuando, en general, no logran la menor pertinencia en la materia). Creo que a duras penas nos salvamos de que escribiera el canciller Bielsa, al que con gran respeto se lo trataba como “el poeta”.
Pero para alguien ajeno ala literatura como empresa (que no ya a la empresa de la literatura), las revelaciones de Olguín y Saccomanno sonaban verdaderamente a fantasías bizarras, pero me quedó claro que para triunfar en ese medio se debía proceder a los codazos. Tabarovsky sube la apuesta y llega a las trompadas: tras describir las estrategias de marketing de los mediáticos, les dedica un epitafio demoledor:“Rápidamente quedó demostrado que la falta de talento literario y de formación estética les impediría instaurar un nuevo orden.”
¿Es Tabarovsky la punta de lanza de otra pequeña mafia literaria, de una generación de nuevos literatos y su libro el manifiesto de una estrategia de poder? (Los integrantes de la banda —algunos nuevos, otros anteriores a los noventa— serían, de acuerdo a los nombres que el librodesigna como afines, los siguientes: Daniel Guebel, Gustavo Nielsen, Juan Becerra, Guillermo Piro, Sergio Chejfec, Marcelo Eckhardt, Sergio Bizzio, Martín Kohan, Sebastián Bianchi, Ezequiel Alemian, Oscar Taborda, casi todos editados por la editorial rosarina Beatriz Viterbo, la misma que publica Literatura de izquierda.) Tabarovsky se defiende en principio de esta acusación en el primer ensayo dellibro, que se llama El escritor sin público:
“Mientras que el mercado y la academia escriben a favor de sus convenciones, la literatura que me interesa —la literatura de izquierda— (…) no busca inaugurar un nuevo paradigma, sino poner en cuestión la idea misma de orden literario, cualquiera sea ese orden. Es una literatura que escribe siempre pensando en el afuera, pero en un afuera que no es...
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