Canto Iii Divina Comedia

Páginas: 5 (1079 palabras) Publicado: 4 de diciembre de 2012
"Canto III"


Llega el poeta a la puerta del Infierno, y lee una pavorosa inscripción que sobre ella había. Entra, precedido de su buen Maestro, y ve en el vestíbulo el castigo de los negligentes, que jamás vivieron para cosa del mundo. Acércase al Aqueronte, donde está el barquero infernal pasando las almas de los condenados; y deslumbrado allí por un rayo de vivísima luz, cae en profundosueño.

Por mí se llega a la ciudad del llanto;
Por mí a los reinos de la eterna pena,
Y a los que sufren inmortal quebranto.
Dictó mi Autor su fallo justiciero
Y me creó con su poder divino,
Su supremo saber y amor primero,
Y como no hay en mí fin ni mudanza,
Nada fue antes que yo, sino lo eterno...
Renunciad para siempre a la esperanza.


Estas palabras vi escritas con letras negrassobre una puerta,y exclamé:- Maestro, me espanta lo que dice ahí.- Y él,como quien sabía la causa de mi terror, respondió:- Aquí conviene no abrigar temor alguno; conviene que no desmaye el corazón. Hemos llegado al sitio que te había dicho, donde verás las almas acongojadas de los que han perdido el don de la inteligencia: Y después, asiéndome de la mano, con alegre semblante, que reanimó miespíritu, me introdujo en aquella mansión recóndita.
En medio de las tinieblas que allí reinaban, se oían ayes, lamentos y profundos aullidos, que desde luego me enternecieron. La diversidad de hablas y horribles imprecaciones, los gemidos de dolor, los gritos de rabia y voces desaforadas y roncas, a las que se unía el ruido de las manos, producían un estrépito, que es el que resuena siempre en aquellamansión perpetuamente agitada, como la arena revuelta a impulso de un torbellino.
Yo, que me compadecía, sin saber qué fuese aquello, dije:
-Maestro, ¿qué es lo que oigo?, ¿qué gente es esa que tan poseída parece de dolor?- De esa miserable manera, me respondió, se quejan de las tristes almas de los que vivieron sin merecer alabanza ni vituperio. Confundidas están con el ominoso escuadrón de losángeles que no se rebelaron contra Dios ni le fueron fieles, sino que permanecieron indecisos. Arrojáronlos del cielo para que no manchasen su esplendor, y no fueran admitidos en el profundo Infierno porque no pudieran gloriarse los culpables de tener la misma pena que ellas.
Y yo repuse:- Maestro, ¿qué aflicción es la suya, que los obliga a lamentarse tanto?- Y él me contestó: -Te lo dirébrevemente. Éstos no tienen ni aun la esperanza de morir: su oscura vida es tan abyecta, que cualquiera otra suerte miran con envidia. El mundo no quiere que se conserve memoria alguna de ellos. La Misericordia y la Justicia les dan al olvido. No hablemos más de esos cuidados. Míralos, y pasa adelante.
Volví en efecto a mirar, y vi una bandera ondeando, la cual corría con tanta velocidad, que me parecióincapaz de todo reposo; y tras ella tal multitud de gente, que nunca hubiera yo creído ser tan grande el número de los que la muerte arrebatara.
Reconocido que hube a alguno de los que allí iban, miré, y vi la sombra de aquel que por poquedad de ánimo hizo la gran renuncia. Comprendí al punto, y estaba en lo cierto, que aquella turba era la de los imbéciles que se habían hecho despreciables paraDios y para sus enemigos. Estos menguados, que jamás gozaron de la vida, iban desnudos, y se sentían aguijoneados por las moscas y avispas que allí había. De sus picaduras les saltaba al rostro la sangre, que, mezclada con sus lágrimas, era recogida a sus pies por repugnantes gusanos. Y como dirigiese mi vista más allá, descubrí otras almas a la orilla de un gran río; por lo que exclamé:-Maestro, permíteme que sepa quiénes son aquéllos , y qué motivo los obliga a parecer tan solícitos de pasar el río, según alcanzo a ver entre tan escasa claridad.- Eso, me contestó, te manifestaré cuando ataje nuestros pasos la triste orilla del Aqueronte.
Bajando entonces los ojos, avergonzado, y temiendo que mis preguntas le fuesen enojosas, me abstuve de hablar hasta que llegamos al río. Pero de...
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