cantor de tango Argentino

LOS CANTORES “GARDELIANOS”
Por Héctor Ángel Benedetti 

   Allá por los años sesenta todavía era moneda corriente aquel rumor que informaba sobre un tal Charles Romuald Gardes, cantor y actor que había trabajado con el pseudónimo artístico Carlos Gardel, víctima de un accidente en 1935 y que desde entonces sobrevivía desfigurado, escondido en un lugar impreciso de la selva colombiana,dejándose alcanzar de tanto en tanto por algún viajero a quien complacía desgranando —siempre embozado, o a cierta distancia— los viejos éxitos del tango argentino. Luego, con el correr del tiempo, aumentó el escepticismo: de ser ciertas las fechas, ese hombre debería contar ya unos setenta y cinco, ochenta años; la vida dura de junglas y guaridas ya tendría que haber acabado con él, y su obcecación porno dejarse fotografiar alimentaba la sospecha de que en realidad estaba muerto desde mucho antes. Avalaban esto último las imágenes más macabras de toda historia del tango, que lo mostraban carbonizado y aún sonriente en la tarde de un lejano 24 de junio; también estaban los testigos de la repatriación, que juraron que ese cuerpo era de Gardel y que no podía ser de otro; y además presionaba desdeel papelerío una herencia liquidada por fallecimiento y no por mera presunción. En todo caso, los mediocres podían respirar tranquilos: el mayor cantor que había tenido Buenos Aires había dejado un puesto vacante, listo para ser ocupado por cualquiera.

   Pero tal cosa nunca ocurrió. Siempre hubo algún cantante merecedor de ser llamado “el segundo Gardel”, ya sea por reconocimiento deinfluencias en su estilo, ya sea por directa y descarada imitación. Aún en vida del Zorzal solían darse estas patéticas situaciones. Durante 1931 se difundió por radiofonía un ignoto Carlos Garbel; más allá de su aproximación en el apellido, parece que ningún otro elemento lo acercaba a quien por entonces se hallaba grabando Tomo y obligo. Hasta un cantor de propios y merecidos quilates como Charlo tambiénsupo remedarlo en docenas de discos, aunque luego lo negara hasta el extremo de decir que nunca había escuchado detenidamente a Gardel para resistir la tentación de duplicarlo (por suerte, Charlo pronto trazó su camino con recursos personales, teniendo hoy su merecido espacio propio en el panteón de los grandes cantantes). Si “el segundo Gardel” de turno era verdaderamente un gran artista, locomún era que se indignase por la comparación y apelara a la humildad. Así pasó con Héctor Palacios: en 1937 fue considerado el sucesor de Gardel por votación popular, pero luego pondría las cosas en su sitio para aclarar que nunca pretendió semejante título. Lo mismo se dio después con Nelly Omar, definida como “la Gardel con polleras”; ella misma se preocupó por recordar que Gardel había sido unosolo, irrepetible.

   El orgullo legítimo estaba en la escuela: podía decirse que un Fulano era igual a Gardel, pero muy diferente y más noble era aplicar todas las enseñanzas de Gardel, hasta su repertorio, en un estilo propio.

   La historia de la escuela gardeliana comienza, en realidad, antes de Gardel. Se abre con José Betinotti (1878-1915), payador que fue uno de los modelos seguidos porel Zorzal de la primera época: su fraseo ya prefiguraba el de las canciones criollas y el de los tangos que llegaron a partir de 1917. Fue un proto-gardelismo, fue el portón de entrada de un gran colegio (un colegio francés establecido en las pampas). Luego vendrían dos décadas de falsificadores, desvanecidos en pocos meses sin dejar rastros apreciables.

   Recién tras 1935 llegarían lasgenuinas promociones de esta escuela. Omítanse aquellas comparaciones más bien parásitas como “el Gardel del folklore”, “el Gardel del bandoneón” y otras; pásense también por alto quienes supuesta y dudosamente fueron investidos por el propio Gardel, como Roberto Maida. Los auténticos cantores de raíz gardeliana fueron otra cosa bien distinta. Lo fue, por ejemplo, Hugo del Carril (1912-1989). Si...