cantos
Luis Bernardo Peña Borrero
En mi vida de educador he tenido siempre una estrecha relación con la escritura de los maestros, como profesor universitario, como editor de revistas pedagógicas y materiales educativos y en talleres de escritura con diferentes grupos de maestros.
Aunque en todas estas experiencias heaprendido siempre algo nuevo sobre el potencial que tiene la lengua escrita en la formación de los educadores, las reflexiones que quiero compartir en este artículo son el resultado de la sistematización de un ciclo de talleres de producción escrita con maestros de diferentes regiones del país y que finalmente tomó forma en un escrito que nunca llegó a publicarse.1
Debo reconocer que estosaprendizajes surgieron, no de un ejercicio solitario, sino de la confrontación permanente entre la teoría y la práctica y del ejercicio reflexivo que hicimos con los maestros en los talleres. Mi voz lleva el eco de otras muchas voces. Pienso que es este hecho, no que yo las haga mías, el principal valor que pueden tener.
La idea de compartir estas reflexiones obedece al propósito de plantear algunostópicos para la discusión, abrir un diálogo con otras experiencias similares y develar algunas pistas para aquellos que apenas están iniciando el camino y quisieran tener noticias de los que ya lo han recorrido.
Empezaré por afirmar algo aparentemente obvio en teoría, no tanto en la práctica, y que constituye la condición esencial de la escritura de los maestros: me refiero al valor que tiene elsaber propio de los maestros en la constitución de las ciencias pedagógicas y, en consecuencia, la importancia de que éste pase por la mediación de la escritura, como una forma privilegiada de constituirlo y de comunicarlo.
La escritura tiene un enorme potencial, no sólo como forma de divulgar este saber de los maestros, sino también como herramienta intelectual para ayudarles a reconstruir suexperiencia, a tomar distancia de ella para pensarla, enriquecerla o transformarla. Lo que el maestro nos comunica no es simplemente el registro de su experiencia, es el resultado de un ejercicio reflexivo en el que la escritura actúa como elemento mediador. El saber del maestro es el objeto de la escritura, pero ésta es un instrumento intelectual que constituye y aquilata ese saber.
Darleimportancia a la escritura de los maestros significa reconocer que tienen cosas importantes que decir, y valorar sus formas propias de conocimiento
Por mucho tiempo, ha prevalecido la idea de que los maestros son simples consumidores de las teorías y modelos que se producen en las universidades o de las soluciones prefabricadas que aparecen en los libros de texto y los materiales educativos. Su funciónqueda limitada a traducir a la práctica los resultados de estas investigaciones o a administrar los programas de intervención que otros diseñan para ellos. La metáfora dominante en esta concepción proviene de la agricultura: el conocimiento pedagógico, como si fuera una planta, nace en los centros de investigación y, luego, la planta es transplantada a las aulas, mediante proyectos decapacitación y con la ayuda de materiales educativos. El maestro es el jardinero encargado de cuidar y regar la planta para que florezca en la nueva tierra, sin deteriorarse.2
Por fortuna, esta situación ha venido cambiando. Hoy día se insiste en la necesidad de que los maestros sean profesionales cada vez más reflexivos sobre su trabajo y asuman un papel de liderazgo en la transformación de las escuelas;de que actúen no sólo como mediadores entre la teoría y la práctica, sino como verdaderos constructores del conocimiento pedagógico.
Un número cada vez mayor de investigadores ha empezado a reconocerle a la experiencia de los maestros el valor que tiene en la constitución del cuerpo de conocimientos que entendemos como la ciencia pedagógica. En la vida cotidiana de la escuela, del aula de...
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