CAP TULO VIII

Páginas: 19 (4571 palabras) Publicado: 3 de agosto de 2015
CAPÍTULO VIII
LA ISLA
Haciendo un esfuerzo agotador, logró serenar la furia que, fragorosamente, le hervía en el pecho. Sintió un odio profundo hacia el hombre desconocido que había intentado por la brutalidad, crear un drama más en su vida. No había tal sentimiento del honor que requiere venganza, sino que por primera vez, en mucho tiempo, tenía ante sí un sujeto en quien descargar su ira conentera justicia. Esta vez, la pasión era neta, de contornos precisos, sin región alguna de claroscuro, sin matiz alguno que atenuase su eruptiva fuerza. Hasta se sintió gozoso; esta vez nada ni nadie podría regatearle el desquite e impetuosamente resolvió llevarlo hasta sus últimos extremos.
Ayudó a su compañera a lavarse y la curó con los medicamentos disponibles: salmuera y miel. Con dulzura,acostó a Clara y se despidió como si quisiera volver a trabajar. Luego recargó el arma y se encaminó a buscar el rastro de Palacios, seguro de poder seguir sus huellas en el bosque.
Se habría internado veinte o treinta metros, cuando vio que Felipe tranquilamente sentado sobre una raíz saliente, se distraía aguzando unas varas como para armar una trampa. Sorprendido, preguntó:
-¿Qué hacés aquí?
-Teesperaba -contestó sin mirarlo.
-Y bien: ¿entonces sabés adónde voy, verdad?
-Sí.
-¡Bien, adiós!
-Y siguió su camino vigilando los rastros.
-¡Un momento... no vayas!
-¿Qué?
-El otro oyó los tiros, sabe que vinimos y espera que se le siga... Ahora, es él quien te está esperando. No vayas, ¡te matará sin que siquiera lo veas! -Se había incorporado y hablaba convencido.
-¡Pero esto no puede quedarasí! -gritó furioso ante la amenaza de la frustración.
-Hay que esperar otro momento... además... Quedó dudando si debía decir o no lo que quería.
-¿Además qué?
-Es la primera vez que estás en estas selvas...
-Sí. ¿Y qué?
Dudaba aún y lo miraba fijo con sus ojitos negros apenas abiertos, sin mover un solo músculo, como si una fría savia vegetal corriese por sus venas. Por fin se decidió:
-Aquí unamujer no es de uno, sino también de uno. Eso lo saben todos...
-¿Lo saben todos?... -Quedó aturdido, desconcertado ante una justificación tan imprevisible. No supo qué decir: sus pensamientos no seguían un camino racional. Luego, impulsivamente continuó-: ¿Y por qué no has tomado entonces vos a mi mujer?
-Porque sé que no sos como todos; que es la primera vez que estás aquí y porque necesito trabajar-terminó riendo-. Nada más sencillo.
-¿Y eso qué?... ¿o es que me tenés miedo? -replicó agresivo, desviando su cólera sobre el rústico que se le oponía con tan formidable lógica.
-¿Miedo? ¡Eá! Los pobres no tienen miedo -lo miraba impasible, sin pestañear, ni revelar la menor emoción, impersonal como un médium en trance.
-¿Y por qué no me matás y te quedás con mi mujer?
-Estás loco... ¿creés serel único que tiene mujer? En mi pueblo yo también tengo a mi esposa y a mi hijo que me esperan.
Nunca había mencionado que tuviese hogar. ¿Pudor de la felicidad? ¡Mas, este rudo habitante de la selva, ahora parecía un hombre!
Otra modificación violenta. Sus nervios subían al ápice de la tensión en un sentido y caían bruscamente arrastrados por un nuevo hecho, que los distendía de nuevo al máximo.Olvidó todo: que Clara había sido ultrajada; que él recibió la injuria a través de ella; que hervía de rencor y odio, que fue a buscar a un hombre para matarlo, que Felipe se había interpuesto. Todo lo olvidó.
Este hombre tenía una esposa que lo esperaba allá lejos, en su pueblecito de horizonte azul. ¿Podía ser real? ¿podía ser esto efectivo? Entonces, ¿podía ser cierto que la desgracia loacosara solamente a él? Necesitó saber:
-Decime, ¿cómo es tu esposa... es linda?... ¿es blanca, tiene los ojos y los cabellos castaños?
Felipe juntó las varas que había labrado y se encaminó hacia el rancho.
-Vamos... aún podemos tumbar el incienso de esta mañana. -Marchó, se adelantó unos pasos, dando la espalda a quien por sus ojos quería escrutar sus afectos-. Mi esposa es una mujer de trabajo......
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