Cap2
A. Objetivo
Identificar, en el cuento “A París”, de Carlos Gagini, lo idílico costarricense identitario en
confrontación con lo exótico.
B. Breve presentación del autor
Carlos Gagini Chavarría (1865-1925), educador de vocación, desarrolló una amplia y
diversa carrera docente, artística e intelectual: fue maestro y director distinguido en varios
centros educativosdel país, estudió nuestras lenguas indígenas y regionales, escribió
tanto textos educativos como literarios. Justo en este último ámbito, es considerado uno
de los creadores del regionalismo costarricense.
C. Lectura del texto
A PARÍS1
Toda familia en la que el marido se complace
con su mujer y la mujer con el marido, tiene
asegurada para siempre su felicidad. (Código de
Manú, Libro V)
Loscontornos de árboles y edificios se esfumaban en la niebla de aquella melancólica tarde de
octubre. Los coches parados en frente del andén parecían restos informes de embarcaciones
sumergidas en un mar de almidón. Bajo la ahumada2 galería de la Estación del Atlántico
conversaban varias personas, volviendo de cuando en cuando la cabeza hacia el este, cual si
quisiesen traspasar con sus impacientesmiradas la vaporosa cortina que interceptaba la vía.
1
2
Tomado de Carlos Gagini (1971). Cuentos y otras prosas. San José; Antonio Lehmann, pp. 56-68.
Ahumada: ennegrecida, manchada (Océano, 1992).
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―Las cinco y cuarto, y todavía no se oye el tren –dijo un joven moreno y simpático,
retorciéndose el bigotillo negro con esa vivacidad peculiar de los hombres de negocios–.
¿Habrá ocurrido otroderrumbamiento en Las Lomas?
―No –respondió un caballero de patillas grises, pulcramente vestido–; acaba de decirme el
telegrafista que el tren salió ya de Cartago. No debe tardar.
Y como si estas palabras hubieran sido una evocación, resonó ya cercano el prolongado silbido
de la locomotora, y un minuto después la panzuda y negra máquina hacía trepidar3 el suelo,
atronando la galería con sus resoplidosy con el rechinar de sus potentes miembros de acero. El
tren se detuvo. Un torrente de viajeros se precipitó de los vagones: excursionistas con morrales
y escopetas; negros y negras con cestas llenas de piñas o bananos; jornaleros flacos y
amarillentos que volvían a sus casas, carcomidos por las fiebres de Matina, turistas recién
llegados, en cuyas valijas habían pegado sus marbetes azules,blancos o rosados todas las
compañías de vapores o de ferrocarriles; marineros que venían a la capital a olvidar siquiera
por un día el penoso servicio a bordo.
El grupo que aguardaba la llegada del tren se acercó presuroso a uno de los balconcillos, sobre
el cual acababa de aparecer un joven alto, delgado, de fisonomía4 franca y agradable, labios
sensuales y ojos llenos de fuego. Vestía un largo gabángris y llevaba en la mano un saco de
viaje.
Cruzados los abrazos y preguntas de rigor, se dirigieron todos a los coches alquilados de
antemano. El viajero ocupó uno con el joven de bigotillo negro, y en todo el camino no se
interrumpió un instante su íntima y animada charla.
― ¿Has visto a Luisito?
―He ido tres o cuatro veces a tu casa y tanto él como Adela están perfectamente. Y tú ¿has
gozadomucho?
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4
Trepidar: temblar fuertemente (DRAE, 2001, p. 2225).
Fisonomía: expresión, cara, apariencia.
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―Bastante –contestó el viajero suspirando–, pero te confieso con sinceridad, Ernesto, que me
he arrepentido de haber ido a Europa. Antes vivía yo tranquilo en este rincón, que era para mí
el más bello de la tierra; pero después de haber pasado seis meses en un mundo tan superior en
culturay de una vida intelectual tan intensa, comprendo que ya no podré resignarme a vegetar
aquí como en otro tiempo.
―La canción de todos los que van por allá abajo: se meten en trapicheos5 amorosos con alguna
francesita pizpireta6, y vienen luego a renegar de la tierra natal. Tú has tenido algún lío,
Federico, no me lo niegues.
El aludido iba a contestar, pero aquel momento el carruaje se detuvo a...
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