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Es eso lo que está ocurriendo con el cacareado voto en blanco, que muchos exhiben como una panacea contra la corrupción y la politiquería,como el mejor antídoto contra el veneno de la clase política, que tiene intoxicado a este país, lleno de miseria, de desigualdad, de escándalos, etcétera.
Sin duda, el voto en blanco –un derechoconsagrado en la Constitución de 1991– es un ‘candidato’ fácil de vender, sobre todo cuando quienes lo promueven fungen de redentores cívicos o de ciudadanos desinteresados, motivados por el bien delpaís y por el futuro de las nuevas generaciones. No obstante, lo que estos promotores no cuentan es que el voto en blanco, tal como está reglamentado, nada más sirve como constancia de protesta, como uncostoso saludo a la bandera.
Según la norma, tanto en las elecciones parlamentarias como en las presidenciales, el triunfo del voto en blanco, que debe ser por mayoría absoluta –es decir 50 porciento más un voto del total de votos válidos–, implica la repetición del proceso electoral, con altísimos costos para el erario, es decir, para los contribuyentes, que financiamos con nuestros impuestosel funcionamiento del Estado.
Además, la efectividad del voto en blanco para combatir la politiquería sería prácticamente nula. En el caso específico de Senado y Cámara, tocaría repetir laselecciones con la participación de los mismos partidos de la política tradicional con sus aceitadas maquinarias, pero con un agravante: “No se podrán presentar a las nuevas elecciones las listas que nohayan alcanzado el umbral”. De esta forma se les cierra la puerta en la cara a esos partidos minoritarios e independientes, que son los que suelen hacer propuestas diferentes con candidatos nuevos, no...
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