Caperucita
Antes de mi caída y de mi ingreso en esta residencia cuyo olor amedicinas, comida y a viejos, todo lo impregna, vivía en un chalet con un precioso jardín y piscina incluida, además de una pequeña huerta. Mi hija y mi nieta venían todos los fines de semana a verme,comíamos las tres juntas, nos bañábamos en la piscina, y regábamos la huerta en la que cultivaba zanahorias, calabazas, lechugas, tomates y calabacines con mi nieta; y sobre todas las cosas, nos divertíamosy reíamos, reíamos mucho. Con el tiempo y a medida que Carla, mi nieta, empezaba a descubrir nuevas experiencias, sus visitas se espaciaban cada vez más, hasta que dejó de venir, frecuentaba otrasvisitas, probablemente más agradables para ella, sin reparar en lo mucho que yo la echaba de menos. Descuidé nuestra huerta y acabó secándose del todo, y yo con ella. Con la espera los días se me hacíaneternos, y en aquella época retomé un antiguo hobby. Así fue que me dio por coser y tejer. Prendas y más prendas, todas ellas inútiles, se acumulaban en la pequeña habitación que convertí en...
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