Capitalismo En Bolivia
pero están donde deben estar
Más allá de las emotivas apelaciones gubernamentales al “socialismo del siglo XXI”, el
capitalismo andino amazónico y/o la economía comunitaria, lo cierto es que el modelo
boliviano parece acercarse a la condición de capitalismo político o de camarilla. Este modelo tiene su propia lógica. Téngase presente que el modelo capitalista ha funcionado siempre con
un objetivo incuestionable: la búsqueda de rentabilidad económica, es decir, la obtención del
excedente económico para beneficio corporativo. Sin embargo, el capitalismo boliviano es de
otro tipo. No es que no busque rédito económico. Claro que lo hace, pero sólo como un
propósito complementario al objetivo central: la rentabilidad política, entendida como la
perpetuación de la élite gobernante en el poder, la consolidación de clientelas leales y la
paulatina eliminación de los grupos de poder económico tradicionalmente dominantes. La
rentabilidad económica, por ende, no es el punto de llegada. Más bien, es el medio adecuado
para alcanzar la finalidad política expuesta. No es pues un objetivo en sí mismo, sino el
mecanismo para afianzar la rentabilidad política. De ese modo, para ponerlo en términos
simples, en este modelo no importa el rédito económico de los rivales políticos (rivales étnicos,
de clase, regionales y/o pigmentocráticos) en sí mismo. No, definitivamente no interesa el
éxito económico en sí mismo. Interesa este éxito sólo en la medida que coadyuve –valga la
insistencia– a prolongar el poder de los gobernantes y sus clientelas leales, así como a debilitar
o marginar a los grupos tradicionales de poder. Por tanto, los logros económicos de los
agroindustriales cruceños, los exportadores de joyas a los mercados estadounidenses o los
mineros medianos tradicionales, entre otros ejemplos, lejos de ser resultados que satisfagan a
las autoridades de turno, los alertan. Surge el fantasma de la contrarrevolución. La reflexión es
apabulladora: “se están empoderando los oligarcas de siempre, ¡hay que impedirlo!”
Hecha esta introducción, deseo analizar un gráfico que ejemplifica lo argumentado, poniendo
en evidencia que las cosas en Bolivia, no están donde deben estar, pero están donde deben
estar. Vale decir, no están donde deben estar en términos del capitalismo liberal que busca
rentabilidad económica, pero si están donde deben estar en términos del capitalismo político que busca la rentabilidad política. En este gráfico pretendo exhibir dos ejes. En el primer eje
está “el apoyo político estatal”. Por ello, se hace referencia a la necesidad de que el Estado
intervenga en la economía. Creo, con alguna excepción –algún amartelado del Consenso de
Washington–, que no hay duda respecto a una tesis de validez no sólo nacional sino mundial:
el Estado es imprescindible para fomentar el desarrollo económico. Una vez que acordamos
esta premisa de partida, conviene ir a un segundo elemento: las capacidades económico‐
productivas. Si bien estamos de acuerdo en que el Estado debe intervenir –primera tesis–
también lo estaremos en relación a una segunda tesis: debe intervenir allí donde se requiera
su apoyo. De ese modo, por capacidades económicas se entiende la posibilidad de desarrollar
tecnología de punta, abrir mercados externos, facilitar la asistencia técnica y/o apuntalar a
créditos económicos con tasas reducidas. Lo que significa que si el Estado interviene, lo debe
hacer para generar este cúmulo de elementos que consoliden la productividad. O, para decirlo
en pocas palabras, el Estado debe apoyar a quienes requieren ese apoyo, ya sea que no tengan ...
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