capitulos
nadie lo refute o siquiera le responda, por falta de un lenguaje
adecuado, no nos hemos dado cuenta de que sólo nos queda
salmodiar a coro con él, a la manera de figurantes. La mayoría
de los verdaderos actores, los papeles protagonicos, hicieron
mutis por el foro a nuestras espaldas, llevándose consigo
el argumento. A propósito deltrabajo o la falta de éste,
hablamos de ellos como si estuvieran presentes y fueran
nuestros pares, incluso en el seno de una jerarquía presidida
por ellos.
No es así ni volverá a serlo.
Los territorios del trabajo y más aún los de la economía
se alejan cada vez más; ellos los acompañan, y todos se distancian
hasta volverse apenas perceptibles y cada vez más
impalpables. En poco tiempo quedarán—si no lo están ya—
fuera del alcance de las manos y la vista. Y nosotros seguiremos
debatiéndonos entre los mismos decorados.
A nuestros ojos el trabajo sigue vinculado con la era industrial,
el capitalismo de orden inmobiliario. En esa época
el capital presentaba garantías evidentes: fábricas sólidas,
hitos fáciles de identificar tales como talleres, minas, bancos,
edificios que eran partede nuestros paisajes, inscritos
en los catastros. Creemos vivir aún en la época en que se podía
calcular su superficie, juzgar su emplazamiento, evaluar
su costo. Las fortunas estaban encerradas en las cajas fuertes.
Las transacciones se realizaban en circuitos verificables.
Actores de estado civil claramente definido —gerentes, empleados,
obreros— se desplazaban de un punto a otro y suscaminos se cruzaban. Se sabía quiénes eran los dirigentes y
dónde estaban, quién se beneficiaba con las ganancias. El jefe
solía ser un solo hombre más o menos poderoso, más o
menos competente, más o menos déspota, más o menos
próspero, dueño de la propiedad y poseedor del dinero. Era
el propietario de la empresa (con socios siempre identificables
o sin ellos). Se trataba de un individuotangible, de carne
y hueso, con nombre y apellido, que tenía herederos y en
la mayoría de los casos él mismo lo era. Bastaba la mirada
para evaluar la importancia de la empresa, se sabía dónde se
realizaba el trabajo y también dónde se reproducían (con
frecuencia en condiciones escandalosas) tanto la "condición
obrera" como las dichosas "creaciones de riquezas", entonces
llamadas "ganancias".Los productos manufacturados
(mercancías), la negociación, la circulación de materias primas
eran de importancia esencial; la empresa era una razón
social con funciones conocidas, incluso certificadas. Se podían
distinguir las configuraciones, incluso las internacionales,
separar el comercio de la industria y las finanzas. Llegado
el caso se sabía a qué oponerse y dónde hacerlo. Esto
sucedíaen nuestras geografías con ritmos que nos eran conocidos,
aunque fueran excesivos. Y se enunciaba en nuestros
idiomas, en nuestra lengua. Vivíamos un reparto de papeles
a veces desastroso, pero todos éramos personajes de la
misma novela.
Ahora bien, de alguna manera han escamoteado ese
mundo en que los lugares de la producción se fusionaban
con los de la economía, en que el trabajo de grannúmero de
ejecutores era indispensable para los que tomaban las decisiones.
Creemos que aún lo recorremos, respiramos en él, lo
obedecemos o dominamos, cuando en realidad no funciona
más o lo hace "de mentira", como dicen los niños, y bajo eladministran su naufragio.
Con él se escamotearon los modelos intermedios que lo
sucedieron poco a poco en transición hacia el mundo actual,
el de lasmultinacionales, las transnacionales, el liberalismo
absoluto, la globalización, la mundialización, la desregulación,
la virtualidad. Esos modelos, ahora totalmente subalternos
y en vías de desaparición, a lo sumo se los encuentra
bajo la férula de potencias remotas y complicadas.
El mundo que se instala bajo el signo de la cibernética, la
automatización y las tecnologías revolucionarias,...
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