capricho de limeña

Páginas: 9 (2139 palabras) Publicado: 13 de mayo de 2013
Yo no sé, lector, si conoces una de mis leyendas tradicionales titulada Pepe Bandos, en la cual procuré pintar el carácter, enérgico hasta rayar en arbitrario, del virrey don José de Armendáriz, marqués de Castelfuerte. Hoy, como complemento de aquélla, se me antoja referirte uno de los arranques de su excelencia, arranque que me dejé olvidado en el tintero.

I [editar]
Don Álvaro deSantiponce, maestro de todas las artes y aprendiz de cosa ninguna, era por los años de 1731 un joven hidalgo andaluz, avecindado en Lima, buen mozo y gran trapisondista. Frecuentador de garitos y rondador de ventanas, tenía el genio tan vivo que, a la menor contradicción, echaba mano por el estoque y armaba una de mil diablos. De sus medios de fortuna podía decirse aquello de presunción y pobreza todo enuna pieza, y aplicarle, sin temor de incurrir en calumnia, la redondilla:

«Del hidalgo montañés
don Pascual Pérez Quiñones,
eran las camisas nones
y no llegaban a tres».

Con motivo de la reciente ejecución de Antequera, la ciudad estaba amagada de turbulencias, y el virrey había hecho publicar bando para que después de las diez de la noche no anduviesen los vecinos por las calles; y a finde que su ordenanza no fuese letra muerta, multiplicó las rondas, y aun él mismo salía a veces al frente de una a recorrer la ciudad.
Nuestro andaluz no era hombre de sacrificar un galanteo a la obediencia del bando, y una noche pillolo la ronda departiendo de amor al pie de una reja.
-¡Hola, hola, caballerito, dese usted preso! -le dijo el jefe de la ronda.
-¡Un demonio! -contestó Santiponce,y desenvainando el fierro empezó a repartir estocadas, hiriendo a un alguacil y logrando abrirse paso.
Corría el hidalgo, tras él los ministriles, hasta que, dos o tres calles adelante, viendo abierta la puerta de una casa, colose en ella, y sin aflojar el paso penetró en el salón.
Hallábase la familia de gran tertulia, celebrando el cumpleaños de uno de sus miembros, cuando nuestro hidalgovino con su presencia a aguar la fiesta.
La señora de la casa era una aristocrática limeña, llamada doña Margarita de ***, muy pagada de lo azul de su sangre, como descendiente de uno de los caballeros de espuela dorada ennoblecidos por la reina doña Juana la Loca por haber acompañado a Pizarro en la conquista. La engreída limeña era esposa de uno de los más ricos hacendados del país que, si bien noera de acuartelada nobleza, tenía en alta estima los pergaminos de su mujer.
Impúsola el hidalgo de la cuita en que se hallaba, pidiéndola mil perdones por haber turbado el sarao, y la señora lo condujo al interior de la casa.
Entraba en las quijotescas costumbres de la época y como rezago del feudalismo el no negar asilo ni al mayor criminal, y los aristócratas tenían a orgullo comprometer lanegra honrilla defendiendo hasta la pared del frente la inmunidad del domicilio. Había en Lima casas que se llamaban de cadena y en las cuales, según una real cédula, no podía penetrar la justicia sin previo permiso del dueño, y aun esto en casos determinados y después de llenarse ciertas tramitaciones. Nuestra historia colonial está llena de querellas sobre asilo, entre los poderes civil yeclesiástico y aun entre los gobiernos y los particulares. Hoy, a Dios gracias, hemos dado de mano a esas antiguallas, y al pie del altar mayor se le echa la zarpa encima al prójimo que se descantilla; y aunque en la Constitución reza escrito no sé qué artículo o paparrucha sobre inviolabilidad del hogar doméstico, nuestros gobernantes hacen tanto caso de la prohibición legal como de los mostachos delgigante Culiculiambro. Yaquí, pues la ocasión es calva, voy a aprovechar la oportunidad para referir el origen de un refrancito republicano.
Cierto presidente de cuyo nombre me acuerdo, pero no se me antoja apuntarlo, veía un conspirador en todos los que no éramos partidarios de su política, y daba gran trajín a la autoridad de policía, encargándola de echar guante y hundir en un calabozo a los...
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