CAPÍTULO VIII

Páginas: 11 (2749 palabras) Publicado: 12 de noviembre de 2015
CAPÍTULO VIII
Donde se cuenta lo que le sucedió a don Quijote yendo a ver su
señora Dulcinea del Toboso
I

«¡Bendito sea el poderoso Alá1!», dice Hamete Benengeli al comienzo deste octavo capítulo.
«¡Bendito sea Alá!», repite tres veces, y dice que da estas bendiciones por ver que tiene ya
en campaña a don Quijote y a Sancho, y que los letores de su agradable historia pueden
hacer cuenta quedesde este punto comienzan las hazañas y donaires de don Quijote y de su
escudero2; persuádeles que se les olviden las pasadas caballerías del ingenioso hidalgo y
pongan los ojos en las que están por venir, que desde agora en el camino del Toboso
comienzan, como las otras comenzaron en los campos de Montiel3, y no es mucho lo que
pide para tanto como él promete; y, así, prosigue, diciendo:
Solosquedaron don Quijote y Sancho, y apenas se hubo apartado Sansón, cuando comenzó
a relinchar Rocinante y a sospirar el rucio4, que de entrambos, caballero y escudero, fue
tenido a buena señal y por felicísimo agüero; aunque, si se ha de contar la verdad, más
fueron los sospiros y rebuznos del rucio que los relinchos del rocín, de donde coligió Sancho
que su ventura había de sobrepujar y ponerse encimade la de su señor, fundándose no sé si
en astrología judiciaria que él se sabía5, puesto que la historia no lo declara: solo le oyeron
decir que cuando tropezaba o caía se holgara no haber salido de casa, porque del tropezar o
caer no se sacaba otra cosa sino el zapato roto o las costillas quebradas 6; y aunque tonto, no
andaba en esto muy fuera de camino. Díjole don Quijote:
—Sancho amigo, lanoche se nos va entrando a más andar7, y con más escuridad de la que
habíamos menester para alcanzar a ver con el día al Toboso, adonde tengo determinado de ir
antes que en otra aventura me ponga, y allíII tomaré la bendición y buena licencia de la sin
par Dulcinea; con la cual licencia pienso y tengo por cierto de acabar y dar felice cima III a
toda peligrosa aventura, porque ninguna cosa desta vidahace más valientes a los caballeros
andantes que verse favorecidos de sus damas 8.
—Yo así lo creo —respondió Sancho—, pero tengo por dificultoso que vuestra merced pueda
hablarla ni verse con ella, en parte a lo menos que pueda recebir su bendición, si ya no se la
echa desde las bardas del corral, por donde yo la vi la vez primera, cuando le llevé la carta
donde iban las nuevas de las sandeces ylocuras que vuestra merced quedaba haciendo en el
corazón de Sierra Morena.
—¿Bardas de corral se te antojaron aquellas, Sancho —dijo don Quijote—, adonde o por
donde viste aquella jamás bastantemente alabada gentileza y hermosura? No debían de ser
sino galerías, o corredores, o lonjas o como las llaman9, de ricos y reales palacios.
—Todo pudo ser —respondió Sancho—, pero a mí bardas meparecieron, si no es que soy
falto de memoria.
—Con todo eso, vamos allá, Sancho —replicó don Quijote—, que, como yo la vea, eso se me
da que sea por bardas que por ventanas10, o por resquicios, o verjas de jardines, que
cualquier rayo que del sol de su belleza llegue a mis ojos alumbrará mi entendimiento y
fortaleceráIV mi corazón, de modo que quede único y sin igual en la discreción y en la
valentía11.—Pues en verdad, señor —respondió Sancho—, que cuando yo vi ese sol de la señora
Dulcinea del Toboso, que no estaba tan claro, que pudiese echar de sí rayos algunos 12; y
debió de ser que como su merced estaba ahechando aquel trigo que dije 13, el mucho polvo
que sacaba se le puso como nube ante el rostro y se le escureció.
—¡Que todavía das, Sancho —dijo don Quijote—, en decir, en pensar, en creer yen porfiar
que mi señora Dulcinea ahechaba trigo, siendo eso un menester y ejercicio que va desviado
de todo lo que hacen y deben hacer las personas principales, que están constituidas y
guardadas para otros ejercicios y entretenimientos, que muestran a tiro de ballesta su
principalidad14! Mal se te acuerdan a ti, ¡oh Sancho!, aquellos versos de nuestro poeta donde

nos pinta las labores que...
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