caracas
Difícil resulta precisar dónde reside el encanto queposee este montaje descalabrado y desconcertante que produce el grupo teatral Fantoches y dirigida por Diego Sadot. Le deja a uno la impresión de que, bajo el marasmo de la dirección y la alambicadacaricatura de los personajes, subsiste una dramaturgia aguda y precisa de Rengifo, pero que en este caso muy mal adaptada, donde se pierde las intenciones, mucha de las cuales están torpemente llevadasa escena, tratadas con pinzas, repartidas sin mesura, pero que no contienen, sin duda, una línea de talento creativa, y originalidad por parte de la dirección. Parece como si esta obra hubiera sidoelaborada a partir de un archivo de y que se idearon antes de saber muy bien por dónde podría tirar la dramaturgia de Rengifo, y de resultas de este material surge el argumento como un intentodesesperado de ordenar el caos original.
Ante tal ilusión de disparatado y delirante, el único modo de salir indemne de la incómoda y creciente sensación de descalabro es renunciar a ponerpremisas lógicas a la historia, aun sabiendo que pretende tenerlas –no es ésta la propuesta de un Rengifo sino los caprichos de un Sadot-, dejar a un lado la costumbre de buscar coherencia a...
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