Carlos Fuentes AURA
AURA
Biblioteca Era
A MANOLO Y TERE BARBACHANO
Primera edición: 1962 40a. reimpresi6n: 2001 ISBN: 9684111819 © 1962, Carlos Fuentes DR ©
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El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la
madre de la fantasía, de los dioses. Posee la segunda
visión, las alas que le permiten volar hacia el infinite
del deseo y de la imaginación... Los dioses son como
los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una
mujer...
JULES MICHELET
LEES ESE ANUNCIO: UNA OFERTA DE ESA NATURALEZA no se hace todos los
días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie mas. Distraído, dejas que la
ceniza del cigarro caiga dentro de la taza de te que has estado bebiendo en este
cafetín sucio y barato. tu releerás. Se solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso.
Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto, coloquial. Capaz de
desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés, preferible si ha
vivido en Francia algún tiempo. Tres mil pesos mensuales, comida y recamara cómoda,
asoleada, apropiada estudio. Solo falta tu nombre. Solo falta que las letras mas negras
y llamativas del aviso informen: Felipe Montero. Se solicita Felipe Montero, antiguo
becario en la Sorbona, historiador cargado de datos inútiles, acostumbrado a exhumar
papeles amarillentos, profesor auxiliar en escuelas particulares, novecientos pesos
mensuales. Pero si leyeras eso, sospecharías, lo tomarías a broma. Donceles 815.
1 Acuda en persona. No hay teléfono.
Recoges tu portafolio y dejas la propina. Piensas que otro historiador joven, en
condiciones semejantes a las tuyas, ya ha leído ese mismo aviso, tornado la delantera,
ocupado el puesto. Tratas de olvidar mientras caminas a la esquina. Esperas el
autobús, enciendes un cigarrillo, repites en silencio las fechas que debes memorizar
para que esos niños amodorrados te respeten. Tienes que prepararte. El autobús se
acerca y tu estas observando las puntas de tus zapatos negros. Tienes que prepararte.
Metes la mano en el bolsillo, juegas con las monedas de cobre, por fin escoges treinta
centavos, los aprietas con el puno y alargas el brazo para tomar firmemente el barrote de fierro del camión que nunca
se detiene, saltar, abrirte paso, pagar los treinta centavos, acomodarte difícilmente
entre los pasajeros apretujados que viajan de pie, apoyar tu mano derecha en el
pasamanos, apretar el portafolio contra el costado y colocar distraídamente la mano
izquierda sobre la bolsa trasera del pantalón, donde guardas los billetes.
Vivirás ese día, idéntico a los demás, y no volverás a recordarlo sino al día siguiente,
cuando te sientes de nuevo en la mesa del cafetín, pidas el desayuno y abras el
periódico. Al llegar a la pagina de anuncios, allí estarán, otra vez, esas letras
destacadas: historiador joven. Nadie acudió ayer. Leerás el anuncio. Te detendrás en
el ultimo renglón: cuatro mil pesos. Te sorprenderá imaginar que alguien vive en la calle de Donceles. Siempre has creído
que en el viejo centro de la ciudad no vive nadie. Caminas con lentitud, tratando de
distinguir el numero 815 en este conglomerado de viejos palacios coloniales
convertidos en talleres de reparación, relojerías, tiendas de zapatos y expendios de
aguas ...
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