Carlos Mellizo Reflexi N Sobre La Doctrina Humeana De La Identidad Personal Anuario Filos Fico 1980 13 177 182

Páginas: 9 (2175 palabras) Publicado: 6 de marzo de 2015
REFLEXIÓN SOBRE LA DOCTRINA HUMEANA DE LA
IDENTIDAD PERSONAL
CARLOS MELLIZO

A pesar de la aversión declarada que DAVID HUME mostró sienv
pre por las soluciones metafísicas, hay a lo largo de toda su obra una
honda preocupación, yo diría que constante, por las cuestiones que
gran parte de la tradición anterior a él había dado en afrontar, exclusivamente, more metaphysico.
Aun a riesgo desimplificar en exceso las cosas, cabría decir que
la intención primordial de HUME como filósofo especulativo fue
precisamente la de buscar opciones no-metafísicas, nuevas vías de
estudio y de acceso a una problemática que, según los cánones de
la ideología tradicional y de sus métodos, eran por definición impermisibles. Se esté o no de acuerdo con las aportaciones más propiamente humeanas —muchas de ellasgeniales— al desarrollo de
la filosofía de Occidente, nadie se atrevería ya a negar que, sin
ponderarlas en su justa medida, el nivel filosófico de nuestro tiempo pecaría aún de una ingenuidad tan edificante como insostenible.
A HUME, en España, no ha solido tratársele bien. Tampoco muy
mal, ciertamente. Quizá la nota dominante de los estudios humeanos en nuestro país haya sido la de suparquedad, una parquedad
que, según entiendo, empieza ahora a ser de alguna forma remediada.
Se ha dicho, y, para más señas, en Inglaterra, nación poco dispuesta a veces a entender a derechas nada que venga de la lejana
Escocia, que HUME jamás tuvo un verdadero interés por los graves
temas que de un modo u otro pudieran comprometer el trascendental
destino del hombre. Para estos críticos severos del bonDavid (¿sería también irónico el apelativo que le dieron sus amistades fran177

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cesas?), HUME se nos presenta como filósofo cortesano, de cierta
elegancia expresiva, muy aficionado al buen vivir y, cuando mucho,
dotado de una inteligencia sutil y destructora, incapaz, por supuesto, de montar sólidas construcciones de pensamiento, y lo que es
peor, de identificarse vitalmente con latan sufrida y asendereada
condición humana.
No hace falta decir que esa apreciación es injusta, y que la raiz
de su injusticia es su falsedad. Quizá no sea ésta la mejor ocasión
para detenernos en un pormenorizado ejemplario de citas que sin
duda desvanecerían pronto esa nube de pretendida frivolidad dieciochesca que algunos, por fortuna ya muy pocos, han tejido en torno
a la persona y a la obrade HUME.
Pero el tema de la unidad o dispersión del hombre exige una
pregunta inevitable, de fácil respuesta: sería la de cómo emparejar
propiamente ese tema con el hilo fundamental del sistema humeano.
He dicho que la pregunta es de fácil respuesta porque todos
saben que HUME dedicó a este mismo asunto que nos ocupa una
parte considerable de su obra escrita. Lo que HUME tenía que decir
sobre lacuestión quedó recogido, sobre todo, en la Sección VI de
la Parte IV del Libro I del Tratado de la Naturaleza Humana, obra,
incidentalmente, cuyo fracaso editorial y comercial hubo de perseguir a HUME durante toda su vida. Of Personal Identity es el título que dio el autor a ese capítulo. Con lenguaje de claridad envidiable e imitable, queda allí expuesta la quintaesencia de las apreciacioneshumeanas sobre lo que, según él, constituye el particular
modo de ser del yo individual.
La dicotomía unidad-dispersión (HUME preferiría denominarla
unidad-diversidad) ha de entenderse ahora en una dimensión singular y subjetiva, sin connotaciones que involucren trato alguno con
la realidad del otro, esto es, con la realidad social. A este segundo
aspecto de la cuestión también habría de referirse HUMEen sus libros de filosofía moral, con no poca dedicación y no menos detalle.
Recordemos, pues, muy brevemente, lo que HUME hubo de decirnos en su hoy célebre apartado Of Personal Identity, uno de los
que se ajustan con mayor fidelidad a lo que ANTONY FLEW llama la
doctrina humeana «oficial» sobre la correspondencia entre impresiones e ideas.
Suele afirmarse —viene a decir HUME— la realidad de un...
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