Carolina se Enamora Federico Moccia

Páginas: 649 (162160 palabras) Publicado: 2 de septiembre de 2015
Carolina tiene 14 años y es una chica como las demás: quiere hacer más cosas de las que sus
padres le permiten, su paga semanal nunca le alcanza para todo lo que le gustaría, quiere una
moto para moverse por la ciudad pero le cuesta mucho conseguirla y tarda en llegar mucho
más de lo que desearía, tiene la cabeza llena de ideas propias que nunca encajan con las de
los adultos…
Es una chicaoptimista y alegre. Pronto conoce a nuevas amigas en el instituto con las que
empieza una relación de confianza y amistad. Y allí, entre libros, clases, fiestas con los
amigos, besos en portales oscuros… llega su primer amor verdadero, Massimiliano.

Federico Moccia

Carolina se enamora
ePUB v1.3
dml33 & Mística 26.07.12

Título original: Amore 14
Federico Moccia, 2008.
Traducción: Patricia OrtsEditor original: Dml33 (v1.0 a v1.1)
Segundo editor: Mística (v1.1 a v.1.3)
Corrección de erratas: Mística
ePub base v2.0

A Giulia, mi hermosísimo sol

Tiene gracia. No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a
echar de menos a todo el mundo.
J. D. SALINGER

Hoy es uno de esos días que, de verdad, empieza con una sonrisa. ¿Sabes cuando miras en derredory
todo te parece más bonito: los árboles que te rodean, el cielo o una nube tonta con aire de tener algo que
decir? Pues eso, en pocas palabras, que te sientes en perfecta sintonía con el mundo, tienes lo que se dice
un buen feeling… Con el mundo, además. Y no porque yo me haya alejado mucho del sitio donde vivo.
Bueno, pensándolo bien, el invierno pasado crucé por primera vez la fronteraitaliana. Estuve en
Badgastein.
—Una ciudad preciosa y risueña —comentó mi padre.
Y yo sonreí haciendo que se enorgulleciese de sus palabras. Tuve la impresión de que las había leído
en alguna parte, en uno de los folletos que había llevado a casa tras decidirse a hacer ese viaje. Pero no
quise insistir mucho ni hacérselo notar, y por un instante llegué incluso a desear que fuesen suyas. Por
otra parte,eran las primeras vacaciones que mi padre se tomaba en invierno desde que yo vine al mundo.
Así pues, desde hace casi catorce años. De modo que sonreí e hice como si nada, si bien todavía no lo
había perdonado. ¿Perdonado por qué?, me preguntaréis. Pero ése es otro capítulo y no sé si tengo ganas
de abordarlo. Ahora no, por lo menos, eso seguro. Hoy es mi día y no quiero que suceda nada que me lopueda arruinar. Tiene que ser perfecto. De hecho, éstos son los tres deseos que he querido concederme:
1) Comprar unos cruasanes de Selvaggi, los mejores del mundo, al menos en mi opinión. Cuatro.
Primero dos y luego otros dos. ¿Y después qué?, me diréis… Esto sí tengo ganas de contarlo, sólo que lo
haré después.
2) Pedir una botella de cristal y llenarla de capuchino. Pero ha de ser de esa clasede capuchino
ligero hecho con café que no esté quemado y leche desnatada, que te bebes cerrando los ojos y cuando lo
haces casi te parece ver una vaca que te sonríe y te dice: «Te gusta, ¿eh?». Y tú asientes con la cabeza
mientras alrededor de la boca se te queda un ligero bigote de espuma de nata y café, y sonríes encantada
con tu mañana.
—Perdone, ¿podría ponerme un poco de nata montada?
—¿Asíestá bien, señorita?
—Sí, gracias.
Dios mío, cuánto odio que me llamen «señorita». Te hacen sentir más pequeña de lo que eres, como si
mis pensamientos no estuviesen a la altura de los de ellos. Puede que me falte la experiencia, no lo niego,
pero la inteligencia no, eso seguro. En cualquier caso, me hago la sueca y cuando me da el ticket voy a
pagar a la caja. Apenas me pongo a la cola, una señora—y no una señorita, por descontado— se me
adelanta.
—Perdone…
Me mira con aire de fingida indiferencia y hace oídos sordos. Es una rubia con un fuerte perfume y un
maquillaje aun peor, con un azul que ni siquiera Magrita habría tenido el valor de usar en uno de sus
cuadros más expresivos. Lo sé porque lo hemos estudiado en el colegio este año.
—Perdone —le repito.
Es cierto que hoy no tengo en...
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