CarooKawaii
Páginas: 18 (4491 palabras)
Publicado: 16 de mayo de 2013
AURA
Biblioteca Era
A MANOLO Y TERE BARBACHANO
Primera edición: 1962
40a. reimpresi6n: 2001
ISBN: 968-411-181-9
© 1962, Carlos Fuentes
DR © Ediciones Era, S. A. de C. V.
Calle del Trabajo 31,14269 México, D. F.
Impreso y hecho en México
Printed and made in México
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Corres al vestíbulo, la sala, el comedor
, la cocina donde Aura despelleja al chivo
lentamente, absorta en su trabajo, sin
escuchar tu entrada ni tus palabras,
mirándote como si fueras de aire.
Subes lentamente a turecamara, entras, te
arrojas contra la puerta como si
temieras que alguien te siguiera: jadeante,
sudoroso, presa de la impotencia de tu
espina helada, de tu certeza: si algo o
alguien entrara, no podrías resistir, te
alejarías de la puerta, lo dej
arías hacer. Tomas febrilmente la butaca, la colocas
contra esa puerta sin cerradura, empujas
la cama hacia la puerta, hastaatrancarla, y te arrojas exhausto sobre
ella, exhausto y abiilico, con los ojos
cerrados y los brazos apretados alrededor
de tu almohada: tu almohada que no es
tuya; nada es tuyo. ..
Caes en ese sopor, caes hasta el fondo de ese sueño que es tu única salida, tu
única negativa a la locura. "Esta loca, esta
loca", te repites para adormecerte,
repitiendo con las palabras la imagen de laanciana que en el aire despellejaba al
cabrio de aire con su cuchillo de aire: ".
. .esta loca. . .",
en el fondo del abismo
oscuro, en tu sueño silencioso, de bocas abiertas, en silencio, la veras avanzar
hacia ti, desde el fondo negro del abismo, la veras avanzar a gatas.
En silencio, moviendo su mano descar
nada, avanzando hacia ti hasta que su
rostro se pegue al tuyo y veas esas encías sangrantes de la vieja, esas encías sin
dientes y grites y ella vuelva a alejar
se, moviendo su mano, sembrando a lo largo
del abismo los dientes amarillos que
va sacando del delantal manchado de
sangre:
tu grito es el eco del grito de Aura, del
ante de ti en el sueño, Aura que grita porque
unas manos han rasgado por la mitad su
falda de tafeta verde, y esa cabeza
tonsurada,con los pliegues rotos de la fal
da entre las manos, se voltea hacia ti y
ríe en silencio, con los dientes de la vi
eja superpuestos a los suyos, mientras las
piernas de Aura, sus piernas desnudas, caen rotas y vuelan hacia el abismo. . .
Escuchas el golpe sobre la puerta, la
campana detrás del golpe, la campana de la
cena. El dolor de cabeza te impide leer
los números, la posiciónde las manecillas
del reloj; sabes que es tarde: frente a tu
cabeza recostada, pasan las nubes de la
noche detrás del tragaluz. Te incorporas
penosamente, aturdido, hambriento.
Colocas el garrafón de vidrio bajo el gr
ifo de la tina, esperas a que el agua corra,
llene el garrafón que tu retiras y vacías
en el aguamanil donde te lavas la cara, los
dientes con tu brocha vieja embarradade pas
ta verdosa, te rocías el pelo —sin
advertir que debías haber hecho todo esto
a la inversa—, te peinas
cuidadosamente frente al espej
o ovalado del armario de nogal, anudas la corbata,
te pones el saco y desciendes a un comedor
vacío, donde solo ha sido colocado
un cubierto: el tuyo.
Y al lado de tu plato, debajo de la serv
illeta, ese objeto que rozas con los dedos,
esamuñequita endeble, de trapo, rellena
de una harina que se escapa por el
hombro mal cosido: el rostro pintado con
tinta china, el cuerpo desnudo, detallado
con escasos pincelazos. Comes tu cena
fría —riñones, tomates, vino— con la
mano derecha: detienes la muñeca ent
re los dedos de la izquierda.
Comes mecánicamente, con la muñeca en
la mano izquierda y el tenedor en la
otra, sin...
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