carrera 70

Medellín, una ciudad para todos y de todos, querida por sus habitantes y, algunas veces envidiada por los que no lo son; la casa de todos, de puertas abiertas para quienes quieran estar en este lado de las montañas, para quienes quieran todos los días desayunar con arepa mientras leen El Colombiano, para todos los que quieran estar en una eterna primavera, para los que quieran cantar los golesen el Atanasio Giradot, para aquellos que quieran tratar a todos como si fueran sus hermanos, para los que quieran celebrar la Feria de las flores, en fin para los paisas y visitantes que deseen apropiarse de las calles de la capital de la montaña.
Y es precisamente en la calle donde sale a relucir la cultura de un pueblo, en donde vemos desde familias enteras, parejas de novios o un grupo deamigos, hasta alguien caminando sin dirección alguna. Ventas de toda clase de artículos, iglesias y restaurantes componen la familia arquitectónica de Medellín. Dentro de esta gran ciudad de inmensas proporciones hay infinitas calles, unas transitadas, otras no tanto; pero en cada una se pueden encontrar mil historias qué contar y un sinfín de sensaciones por experimentar. Sólo por dar un ejemplo,está la carrera 70, hogar de muchos, vía de otros, cercana a algunos puntos de la ciudad y alejada de otros muchos.
Una calle larga, que tiene al cemento como piso con una característica particular: tiene tallado los nombres de todos y cada uno de los países participantes en los Juegos Suramericanos, lo que genera una sensación de pertenencia y orgullo de localía, de ser la ciudad que acogió atantas naciones y de ser anfitriona de un evento deportivo tan importante. Una vez dejados atrás los nombres de países vecinos, aparecen más cosas a la vista, a lado y lado de la calle restaurantes, unos de pollo, otros de comida típica, otros de comida rápida, unos cuantos puestos de dulces y cigarrillos para peatones a lo “menudeado”, nos encontramos con venta de empanadas, perros calientes,helados y arepas, pero justo para sus efectos hay también unos cuantos gimnasios, un lugar recreativo de canchas sintéticas (y en pleno edificio) y después, para las vacaciones, un centro de asesoría turística. Los semáforos peatonales previenen de las calles que rompen con la acera y que agrandan el flujo vehicular, todo esto, en la carrera 70.
Unos pasos más y, claro estamos en Colombia y no puedefaltar el vendedor de banderas tricolor porque juega la Selección. Todo el mundo las mira como pensando ¿cuánto valdrán? Pero no, cómo comprar una gran bandera en plena carrera 70. Tras un rato de caminata y ver pasar a una que otra bicicleta por la ciclo vía, empiezo a captar un sinfín de información sin un orden, sólo una tira de imágenes sucedidas, una tras otra, como si se tratara de un flash;miro aquí y allá, pienso si volteo o no lo hago, esquivo el hueco y no puedo olvidarme de verificar que es la calle que busco o la esquina que necesito, porque todas son una copia de las otras, infinitas esquinas parecidas entre sí. Mientras se divisa el gran Éxito (imposible perderlo de vista) llegan varios olores, un poco de la grasa de las empanadas mezclado con el humo de los carros, que seiban sumando en mi cabeza como una lista pendiente que recordaba momentos del pasado; sentía la esencia de velas e inciensos, luego una mezcla entre grasa y parva, después el perfume de las señoras y del cemento en alguna obra de construcción. Sentía y escuchaba, por encima de los tacones, las voces y los carros; la brisa que agitaba las vestiduras y cabellos porque hacía pocos minutos había dejadode llover. El pavimento húmedo pero el aire caliente permitían divisar entre almacenes de adornos y discotecas (algunas en construcción) la calle, que más allá de serlo, cumple con ser albergue de de celebraciones y distracción, porque a dónde más si no es a la 70, irían los estudiantes de la UPB a celebrar el fin de semestre o a descansar después de clases, dónde más irían los oficinistas y...