carta a mi agresor

Páginas: 13 (3078 palabras) Publicado: 6 de abril de 2013
Carta a mi agresor
Mi primer problema es cómo dirigirme a ti:
Muy estimado Sr. De Tal (así era lo correcto en casa y ante el público -omito aquí el nombre real por motivos legales)
Don Fulano (como exigiste a tu séquito de jóvenes a los que formabas, a cambio de servidumbre intelectual)
Anónimo / 4 de Abril de 2006

Ay Fulano… (como te decía mi mamá suspirando, acentuando la á como si noquisiera acabar nunca de decir tu nombre con su voz aguda y salpicada de brillantes notas)¡Fulan´s! (como te decía mi papá con una exclamación entre sonriente y forzada, en un afán desesperado de no pronunciar tu nombre, de transformarlo en un idioma, gracias al inglés, que le fuera grato, que le recordara sus tiempos del Colegio Americano, única época de su vida en la que se sintió a sus anchasen el campo de fútbol partiendo madres a diestra y siniestra)

El Rey, (como te llamabas tú mismo, “soy el Rey”)

El más grande escritor en la lengua castellana (como te considerabas a ti mismo)

Ese señor (como te decía mi abuela y como te decía mi nana, “ese señor no me gusta”, decían las dos)
El más grande escritor en la lengua castellana (como te considerabas a ti mismo)
Ese señor (comote decía mi abuela y como te decía mi nana, “ese señor no me gusta”, decían las dos)
O pienso, en cómo te decía yo...Empecé diciéndote también “El Sr. De Tal”, desde que tengo memoria de mi existencia; también supe, desde entonces, que se te había denominado en la familia, tanto por mi mamá como por mi papá, y para justificar tu presencia ante el público, como “el amigo intelectual de mi mamá”.Cuando me manoseabas las piernas bajo la mesa del comedor familiar, cuando me perseguías al baño y abrías la puerta para verme orinar, cuando me tocabas los pezones cada vez que pasaba junto a ti, como si estuvieras comprobando la maduración de los limones, yo te seguía diciendo “Sr. De Tal, déjeme señor De Tal, suélteme, ya déjeme, cierre y lárguese”. Tenía 12 o 13 años de edad.

Cuando meviolaste en el hotel de paso al que me llevaste con engaños, sacándome de la escuela, yo te seguía diciendo: “No, Sr. De Tal, no, ¿para qué? ¿a dónde vamos? ¿a dónde me lleva?”. No me contestabas, evadías la respuesta balbuciendo: “Allá, allá te digo”. Mis compañeros de clase me vieron subiéndome a tu coche, ellos iban en el camión y desde la ventanilla me saludaban sonrientes, suponían que un tíohabía venido por mí a la escuela. Yo no sabía todavía que ibas a violarme en la siguiente hora, pero haz de saber que en el trayecto me sentí arrancada de mi misma, en un túnel nebuloso, y que tal vez seguir diciéndote “señor De Tal” era un ancla para mí, la única, el único nombre, la única realidad que me permitió no salir disparada hacia lo que ahora sé, hubiera sido mi fin: el suicidio, lalocura o la menos la drogadicción.

No salí disparada, pero sí hice intentos, muchos, de desaparecer del planeta, de perder la razón y de volverme adicta, a lo largo de cincuenta años de vida, a una vida triste, desdibujada en el maltrato, la ansiedad y en la opresión. Me mantuvo firme la palabra, ésa no me la quitaste, no me pudiste hacer que dejara de llamarte “Sr. De Tal” ni cuando, 10 añosdespués, preparaste el escenario para volver a violarme y entre los forcejeos de mi cuerpo delgado sucumbiendo a tus noventa kilos de peso, conseguiste lo que querías y te ufanabas de estar dentro de mí, y me decías: “Te estoy cogiendo, Ethelvina”, yo no te contestaba, en efecto, “me está cogiendo Sr. De Tal”.

No lo lograste. Yo te hablaba de usted y te decía “señor De Tal”, incluso meses después,cuando ya éramos amantes, pues pasé de niña violada a mujer violada a amante que consiente en tener relaciones sexuales con el amante de su madre. Con tu boca y tus manos convenciste a mi cuerpo, nunca con tu ser, con tu hombría. Me volvías loca acariciándome y lamiéndome el pubis hasta sacarme orgasmos celestiales. A cambio de eso, tenía que pagarte dejándome penetrar, cosa que yo odiaba pues me...
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