Carta A Mis Amigos 2
Tel.: 4371-7221 (rotativa) – 4371-8334
info@isec.edu.ar - www.isec.edu.ar
Carta a mis amigos
Hoy se cumplen tres meses de la muerte de mi hija, María Victoria, después de un combate
con fuerzas del Ejército. Sé que aquéllos que la conocieron la han llorado. Otros, que han
sido mis amigos o me han conocido de lejos, hubieran querido hacerme llegaruna voz de
consuelo. Me dirijo a ellos para agradecerles pero también para explicarles cómo murió
Vicki y por qué murió.
El comunicado del Ejército que publicaron los diarios no difiere demasiado, en esta
oportunidad, de los hechos. Efectivamente, Vicki era oficial 2° de la Organización
Montoneros, responsable de la prensa sindical, y su nombre de guerra era Hilda.
Efectivamente estaba reunida esedía con cuatro miembros de la Secretaría Política que
combatieron y murieron como ella.
La forma en que ingresó a Montoneros no la conozco en detalle. A los 22 años, edad de su
posible ingreso, se distinguía por decisiones firmes y claras. Por esa época comenzó a
trabajar en diario La Opinión y en un tiempo muy breve se convirtió en periodista. El
periodismo en sí no le interesaba. Sus compañeros laeligieron delegada sindical. Como tal
debió enfrentar en un conflicto difícil al director del diario, Jacobo Timerman, a quien
despreciaba profundamente. El conflicto se perdió y cuando Timerman empezó a denunciar
como guerrilleros a sus propios periodistas, ella pidió licencia y no volvió más.
Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo
nombrecombatía. Salió de esa experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba. Su
marido, Emiliano Costa, fue detenido a principios de 1975 y no lo vio más. La hija de
ambos nació poco después. El último año de vida de mi hija fue muy duro. El sentido del
deber la llevó a relegar toda satisfacción individual, a empeñarse mucho más allá de sus
fuerzas físicas. Como tantos muchachos que repentinamente sevolvieron adultos, anduvo a
los saltos, huyendo de casa en casa. No se quejaba, sólo su sonrisa se volvía más desvaída.
En las últimas semanas varios de sus compañeros fueron muertos: no pudo detenerse a
llorarlos. La embargaba una terrible urgencia por crear medios de comunicación en el frente
sindical, que era su responsabilidad.
Nos veíamos una vez por semana, cada quince días. Eran entrevistascortas, caminando por
la calle, quizá diez minutos en el banco de una plaza. Hacíamos planes para vivir juntos,
para tener una casa donde hablar, recordar, estar juntos en silencio. Presentíamos, sin
Viamonte 2020 - C.A.B.A. – Bs. As. - Argentina
Tel.: 4371-7221 (rotativa) – 4371-8334
info@isec.edu.ar - www.isec.edu.ar
embargo, que eso no iba a ocurrir, que uno de esos fugaces encuentros iba aser el último, y
nos despedíamos simulando valor, consolándonos de la anticipada partida.
Mi hija no estaba dispuesta a entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada.
Conocía, por infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a
quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación
de miembros, la tortura sin límite en eltiempo ni en el método, que procura al mismo
tiempo la degradación moral, la delación. Sabía perfectamente que en una guerra de esas
características, el pecado no era no hablar, sino caer. Llevaba siempre encima una pastilla
de cianuro, la misma con que se mató nuestro amigo Paco Urondo, con la que tantos otros
han obtenido una última victoria sobre la barbarie.
El 28 de setiembre, cuando entró enla casa de la calle Corro, cumplía 26 años. Llevaba en
brazos a su hija porque a último momento no encontró con quién dejarla. Se acostó con
ella, en camisón. Usaba unos absurdos camisones blancos que siempre le quedaban
grandes.
A las siete del 29 la despertaron los altavoces del Ejército, los primeros tiros. Siguiendo el
plan de defensa acordado, subió a la terraza con el secretario político,...
Regístrate para leer el documento completo.