Cartas A

Páginas: 391 (97724 palabras) Publicado: 31 de octubre de 2015
Concepción Arenal

Cartas a los delincuentes

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Permitido el uso sin fines comerciales

Concepción Arenal

Cartas a los delincuentes
Dedicatoria:
Al Ilmo. Sr. D. Antonio Mena y Zorrilla.
Siendo usted Director general de Establecimientos penales, sin conocerme, sin tener
relaciones ni con mi familia ni con mis amigos, me mandó usted al rincón de una provincia,donde estaba, el nombramiento de Visitadora de prisiones de mujeres, y una carta
rogándome que lo aceptase. Aquella carta y aquel nombramiento me han impuesto muchos
deberes; hoy cumplo con uno muy fácil y muy grato para mi corazón, dedicándole a usted
este libro, en señal de agradecimiento.
CONCEPCIÓN ARENAL.

Prólogo
Se llama promulgar las leyes a imprimirlas en un papel o en un libro, donde lasestudian
los que han de aplicarlas, donde no las leen ni las oyen leer aquellos a quienes han de ser
aplicadas.
Debería formar parte de la educación el conocimiento del Código penal, principalmente
para aquellas clases que están más expuestas a infringirle. El sacerdote y el maestro, al
mismo tiempo que el precepto divino, debían de enseñar la ley humana, su necesidad, su
moralidad y los males aque se exponen los contraventores. Hay conciencias, por decirlo
así, bosquejadas, que necesitan, para determinarse bien, recibir el reflejo de la conciencia
general, mirar el deber en artículos escritos, escuchar uno y otro día su explicación, y
fortificar el sentimiento con la autoridad: hay propensiones al mal que no se detienen ante
la idea de un castigo después de la muerte, que tal vez seburlan de él, y a quienes es
preciso hablar en nombra del interés y del egoísmo, dirigiéndose a la razón al mismo
tiempo que a la conciencia, mostrándoles el poder de la ley a la par que su necesidad y su
justicia, y las tristes consecuencias de no respetarla.
Es grande la influencia que tienen en la conducta de toda la vida las verdades que se
aprenden bien al principio de ella. Antes que laspasiones turben el alma, es fácil imprimirle
los grandes principios morales, el respeto a la ley, el saludable temor a las penas con que
amenaza. Como en la virtud entra por mucho el hábito, ¡cuánto no debe importar adquirir

desde la infancia el de reprobar las cosas ilícitas, el de tenerlas por culpables y peligrosas!
¡Cuánta fuerza necesita el hombre para atropellar lo que desde niño se acostumbró amirar
como sagrado! Si esta convicción, si este hábito no le aparta de la culpa todas las veces,
siempre le facilita el arrepentimiento, siempre le allana el camino para volver a la virtud.
Los que no han tenido ocasión de estudiar a los criminales, no pueden imaginar la
especie de caos moral que en muchos hace veces de conciencia; la idea extraña que tienen
de sus derechos, de sus deberes, de lajusticia; los errores que por verdades reciben, y cómo
sólo ven en la ley y en la peña un poder enemigo más fuerte que ellos y que, por lo tanto,
los sujeta y los oprime. Instruyendo a los niños debería evitarse que los hombres llegasen a
este estado; pero en los males del alma, como en los del cuerpo, se tiene en más la
terapéutica que la higiene, se da más importancia a la receta que pretendecurar una
enfermedad que al precepto que la hubiera evitado, y menos difícil nos parece que se lea la
explicación del Código penal en las cárceles y en los presidios que en las escuelas: por eso
no hemos escrito estas cartas para los niños.
¿Y en las prisiones podrán ser de alguna utilidad? ¿Los hombres y las mujeres que en
ellas se encierran quieren escuchar, pueden comprender lo que les decimos, ycaso de que
nos escuchen y nos comprendan, podrán o querrán corregirse y enmendarse? Sobre esto hay
diferentes opiniones. La nuestra es que los criminales son personas y no son cosas. Que los
criminales escuchan al que les habla inspirado por el deseo de su bien. Que los criminales
comprenden al que con caridad les explica. Que los criminales, salvo algunas excepciones,
no son monstruos fuera...
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