Caso carrasco
Ocurrió en un cuartel de Zapala. La muerte de un conscripto a manos de otros militares causó el derrumbe de una institución centenaria,el servicio militar obligatorio.
No fue una política planificada ni el resultado de largos debates parlamentarios. Lo que acabó con el servicio militar obligatorio en la Argentina fue una palizaferoz.Domingo en un cuartel de la Patagonia. Calor. Tres y cuarto de la tarde. Un empujón, acaso una trompada, tiró al piso a Omar Octavio Carrasco -19 años, tímido, repartidor de pollos congelados,lector de la Biblia y conscripto desde hacía tres días-. Siguió una catarata de golpes que recibió en el suelo. Por todos lados. Duros, dolorosos. Y una patada crucial, certera, desgarradora, que partióuna costilla y perforó un pulmón. También un tremendo golpe en un ojo (¿un palazo de punta?). Acaso junto a la patada. Quizás inmediatamente posterior, como golpe de gracia.El chico tiene unhemorragia interna. Siente que se ahoga. No puede gritar. Sufre. Se muere. Fueron segundos. ¿Qué razón pudo justificar esa masacre?El Tribunal Federal Oral de Neuquén dijo que quisieron castigarlo por unafalta. Avivar a los golpes a ese soldado flaco, que sonreía cuando se ponía nervioso y ya se estaba descubriendo a sí mismo inútil para la vida militar.Por el crimen fueron condenados, el 31 de enero de1996, el subteniente Ignacio Canevaro (a 15 años de prisión) y los soldados viejos Cristian Suárez y Víctor Salazar, a 10 años. Al sargento Carlos Sánchez le dieron 3 años por encubridor. Según lasentencia, a Carrasco le pegaron porque era torpe, y eso desató la ira violenta de un subteniente que reaccionaba con furor inusitado.Cuando los padres de Carrasco fueron a visitarlo al cuartel -dossemanas después del crimen, en marzo de 1994- les dijeron que su hijo era un desertor. Que se había escapado. Que pudo atacarlo alguna patota en la calle o andaría por ahí, vagando. Sólo entonces...
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