Caso dora version castellana
Fragmento de análisis de un caso de Histeria. (1905 [1901])
«Bruchstück einer Hysterie-Analyse»
Nota introductoria(1)
Palabras preliminares.
En 1895 y 1896(2) formulé algunas tesis sobre la patogénesis de síntomas histéricos y sobre los procesos psíquicos que ocurren en la histeria. Ahora que, tras una larga pausa, procedo a sustentarlas mediante la comunicacióncircunstanciada del historial de un caso y su tratamiento, no puedo ahorrarme este prólogo, tanto para justificar mi proceder en diversos sentidos cuanto para reducir a un grado razonable las expectativas que pueda despertar. Fue sin duda espinoso tener que publicar resultados de mis investigaciones, por añadidura de naturaleza sorprendente y poco halagüeña, sin que mis colegas tuviesen laposibilidad de controlarlos. No es menos espinoso empezar a exponer ahora al juicio público una parte del material que me permitió obtener aquellos resultados. No dejarán de hacérseme reproches. Si antes se me endilgó no comunicar nada acerca de mis enfermos, ahora se me dirá que comunico acerca de ellos lo que no debe comunicarse. Serán las mismas personas, lo espero, las que cambiarán así el pretextopara sus reproches, y de antemano renuncio a Desarmar alguna vez a estos críticos. Pero aun si no hago caso de esas personas malintencionadas y torpes, publicar mis historiales clínicos sigue siendo para mí una tarea de difícil solución. Las dificultades son en parte de orden técnico, y en parte se deben a la naturaleza de las circunstancias mismas. Si es verdad que la causación de las enfermedadeshistéricas se encuentra en las intimidades de la vida psicosexual de los enfermos, y que los síntomas histéricos son la expresión de sus más secretos deseos reprimidos, la aclaración de un caso de histeria tendrá por fuerza que revelar esas intimidades y sacar a la luz esos secretos. Es cierto que los enfermos no habrían hablado si sospechaban que sus confesiones podrían: ser objeto de un usocientífico, y también es cierto que sería vano pretender que ellos mismos autorizasen la publicación. Personas delicadas, más bien pusilánimes, harían prevalecer en estas condiciones el deber de la discreción médica y lamentarían no poder contribuir al esclarecimiento científico. Pero yo opino que el médico no sólo ha contraído obligaciones hacia sus enfermos como individuos, sino hacia la ciencia. Ydecir hacia la ciencia equivale, en el fondo, a decir hacia los muchos otros enfermos que padecen de lo mismo o podrían sufrirlo en el futuro. La comunicación pública de lo que uno cree saber acerca de la causación y la ensambladura de la histeria se convierte en un deber, y es vituperable cobardía omitirla, siempre que pueda evitarse el daño personal directo al enfermo en cuestión. Creo haberlohecho todo para impedir que mi paciente sufra ese daño. He escogido a una persona cuyas peripecias no tuvieron por escenario a Viena, sino a una remota y pequeña ciudad de provincia, y cuyas circunstancias personales, por ende, tienen que ser totalmente desconocidas en Viena. Y desde el comienzo he guardado con tanto celo el secreto del tratamiento que un solo colega, digno de toda confianza(3),puede saber que esa muchacha fue mi paciente; concluido el tratamiento, esperé todavía cuatro años para su publicación, hasta enterarme de que en la vida de la paciente había sobrevenido un cambio por el cual supuse que su interés en los hechos y procesos anímicos aquí relatados podría haberse desvanecido. Como es natural, no he conservado
ningún nombre que pudiera poner sobre la pista a un lectorajeno a los círculos médicos; por lo demás, la publicación en una revista especializada, estrictamente científica, servirá como protección frente a tales lectores no especializados, Desde luego, no puedo impedir que la paciente misma sufra una impresión penosa si por casualidad le cae en las manos el historial de su propia enfermedad. Pero no se enterará de nada que no sepa ya, y podrá decirse...
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