Caso dora
En “Intervención sobre la transferencia” (Escritos, T. 1), Jacques Lacan se sirve del ejemplo de una joven paciente de Freud, la del “caso Dora”. Ella denunciaba que su padre y una señora, la señora K, tenían un amorío. El padre lo negaba, decía que eran fantasías de Dora. La paciente le planteó el problema a Freud y lo instó a que él tomara posición: setrataba, comenta Lacan, de si Freud iba a entrar o no en la misma mentira social en la que estaba embarcado el padre de Dora. Y Freud le dio la razón a Dora; le dijo, en resumen, que lo que ella decía era verdad. Esa respuesta de Freud, dice Lacan, permitió que, en ese análisis, la dialéctica de la verdad continuara y avanzara: esa respuesta fundó la transferencia positiva de Dora.
Latransferencia positiva, la que es motor del análisis, es aquella que se atiene a la palabra del analizante, que hace avanzar la palabra del analizante respetando los términos propios en que habla; la hace avanzar en el campo de la verdad. Se trata del eje simbólico, entre el sujeto y el gran Otro entendido como aquel a quien nos dirigimos cuando hablamos, de quien esperamos una sanción respecto de lo quese dice, verdadero o falso.
Pero esto no agota la cuestión, porque el problema fundamental que plantea precisamente ese caso, el de Dora, es la transferencia negativa, que llevó a la interrupción del análisis. Freud, a posteriori, se pregunta qué pasó y contesta que él no había adivinado a tiempo la transferencia negativa de Dora. Lacan, en aquel artículo, ubica la transferencia negativa sobreel eje imaginario y la plantea como un momento de estancamiento en la dialéctica, donde se frena la dialéctica propia del análisis. Y encuentra, respecto de Dora, un error en la posición de Freud.
Freud insistía con que Dora estaba enamorada del señor K, el marido de la señora K. Dora decía todo el tiempo que no y Freud lo interpretaba como resistencia. Pero, dice Lacan, Dora estaba más bienidentificada con el señor K; no se trataba de amor. Freud estaba en posición de hacer obstáculo porque, dice Lacan, estaba un poco demasiado identificado con el señor K e incluso tal vez un poco enamorado de Dora. El eje imaginario entre el yo y el pequeño otro, en este caso el yo de Dora y el del señor K, hace de obstáculo al otro vector, que viene del gran Otro y trae el mensaje de cuál es lacuestión verdadera que está en juego, que en el caso de Dora era la famosa pregunta: “¿Qué es una mujer?” Si Freud hubiera podido hacer escuchar esta verdad, habría ganado mucho en prestigio ante Dora, y ése es el resorte de la transferencia positiva: el prestigio que puede ganar el analista cuando escucha y hace lugar a una palabra verdadera.
Pero, ¿es posible con la palabra, con el significante,influir sobre el goce, modificar el goce? Freud se preguntará sobre esto a partir de 1920, cuando introduzca la pulsión de muerte y la repetición, y le subordinará también la cuestión de la transferencia.
Si pensamos que el goce, o la libido, es dócil a la palabra, todo va bien: con una práctica interpretativa podemos incidir en los lugares donde está fijada la libido, donde hay un goceestancado e inerte. Pero la práctica del análisis indica que no todo es así, que hay algo en el síntoma que no es interpretable como si fuera un sueño o un acto fallido; hay algo del goce del síntoma que no se desplaza fácilmente y que, incluso, tal vez sea irreductible. Desde esta perspectiva hay un cierto pesimismo, tanto de Freud como de Lacan hacia el final, con respecto a la posibilidad delpsicoanálisis. Porque el goce no es dócil a la interpretación.
En “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Lacan formula un cambio con respecto a la función de la palabra en el análisis: plantea que la palabra es demanda. Demanda, que en principio, no es demanda de algo, de algún objeto, sino que puede plantearse en términos de un querer decir. Si alguien va a un análisis es porque...
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