Caso Homeboy

Industrias Homeboy renueva la vida de antiguos pandilleros tatuados e incluso la de un director ejecutivo
Industrias Homeboy, el proyecto de un sacerdote de Los Ángeles, ha renovado la vida de cientos de antiguos criminales, incluyendo a los alguna vez miembros de pandillas y al derrotado director ejecutivo de la gran compañía de construcción KB Home.
Un domingo del verano pasado, justodespués de misa, el padre Gregory Boyle dio una vuelta por Boyle Heights, el vecindario del este de Los Ángeles donde ha vivido por 26 años. Que compartieran el mismo nombre, el sacerdote y su vecindario, es una coincidencia. Un día, llegó la noticia desde la arquidiócesis de que una parroquia en Boyle Heights, una de las más pobres en Los Ángeles, no tenía sacerdote. Ese día, sin embargo, parecíaoportuno. La gente se iluminó al ver la vieja Toyota de Boyle aparecer en su calle. Las familias se asomaban desde sus casas y saludaban. Parecía un desfile. Los jóvenes corrían a la acera apoyando sus brazos tatuados sobre su ventana abierta. Boyle los saludaba diciendo “¡Mijo!”, golpeando las manos y chocando los puños. A la vuelta de la esquina, un grande y descolorido mural se extendía por casimedia cuadra. Con una altura de un piso, al lado de una pirámide azteca, se encontraban los solemnes rostros de César Chávez, Martin Luther King Jr., Emiliano Zapata y un sonriente Gregory Boyle.
Noe Cruz era miembro de una pandilla. Hoy trabaja en la panadería Homeboy. Fotografía de Melissa Golden.
Cuando llegó a Boyle Heights, allá por la década de 1980, Boyle comenzó a predicar en DoloresMission, una pequeña iglesia de color amarillo con un techo de tejas españolas y un viejo y robusto árbol cerca de la puerta, con una estatua de María ubicada donde sus troncos divergían. Solía caminar por las noches. Nadie sabía qué pensar de esto al principio. Los jóvenes que se reunían en las esquinas, lo veían pasar de largo. La policía lo detuvo frente a un proyecto de vivienda una vez, asumiendoque él estaba allí para comprardrogas. Pero cada vez que los chicos recibían una paliza o un disparo, él los visitaba en el hospital. Tenía un oído para la jerga del barrio, y lo adoptó como suyo. Él era un sacerdote jesuita, en un barrio donde los pandilleros eran en su mayoría latinos. ("Aunque estén huyendo de la policía, se persignan cuando pasan por una iglesia", Boyle bromea). Una vez, seencontró con una pelea, la más grande que jamás había visto - 50 o 60 hombres, con bates de béisbol, bloqueando cuatro carriles de tráfico. Se metió en medio de la multitud, gritando: "¡Bajen esos bates de mierda!" Los hombres se rindieron, sorprendidos. "Fue como la separación del Mar Rojo", recuerda Boyle, riéndose entre dientes. "Me dijeron: 'G ... dijiste una mala palabra!"
Con el tiempo,algunos vecinos reunieron dinero y le compraron una bicicleta, para que sus caminatas, que parecían tener un efecto calmante, pudieran cubrir más terreno. Después de eso, veían al sacerdote casi todas las noches, pedaleando a través de los proyectos.
Se le ocurrió a Boyle durante esos paseos que el mayor problema que enfrentaba su comunidad era la falta de empleos - especialmente para los jóvenes quehabían pasado tiempo en prisión - y, por extensión, un profundo sentimiento de desesperanza. Así que empezó a buscar puestos de trabajo para los hombres. Cuando no pudo encontrar suficientes, decidió crear algunos. En 1992, con una gran donación de un productor de películas, Boyle se hizo cargo de una pequeña panadería y fundó Homeboy Industries.
En la sede de Homeboy econtrará Homegirl Café, quesirve desayuno, almuerzo y brunch los sábados. También es el lugar de trabajo de docenas de homes. Fotografía de Melissa Golden.
En 2010, Homeboy era el programa de intervención de pandillas más grande del país, empleando cientos de criminales - Boyle los llama sus "homies" - en un café, una tienda de silk-screen, y otros pequeños negocios y ofreciendo servicios tales como eliminación de...