Casona Alejandro La Tercera Palabra

Páginas: 85 (21079 palabras) Publicado: 25 de mayo de 2015
La acción, deliberadamente, no tiene tiempo ni lugar determinados; pero es seguro
que un director inteligente la situaría en un paisaje lo más parecido posible al norte
español.
y en cualquier época lo más cerca posible de la sonrisa y la paz. Izquierda y
derecha, las del espectador.

Alejandro Casona

MATILDE y EUSEBIO
Matilde - ¡Eusebio... Eusebio...!.
Voz DE Eusebio. - Ya va, señora, yava...

La Tercera Palabra

Entra con unas ramas de almendro en flor y la cabeza descubierta vendada con un
gran pañuelo.
MATILDE. - ¿Pero todavía aquí? El tren debe de estar llegando de un momento a
otro.
Eusebio. - Hay tiempo de sobra.

Acto primero

Matilde - ¿De sobra? El reloj del comedor tiene las diez y veinte.

Exterior ante el porche de una vieja casa de campo con fondo lejano de montañas
queasoman sobre el tejado. Una mesa sólida con algunos libros y cesto de labor, y
algunas sillas rústicas. Quizá una parra o glicina. Quizá un nogal con arriate pero
sin olvidar que estamos ante una casa de vivir, no en una casa de veranear. A la
izquierda, tapia bardal con verja al camino, que seguramente no es carretera. A la
derecha, la casa se prolonga y se pierde en un cuerpo más alto consalida abierta
hacia el valle y el río.

Eusebio. - Pero el mío tiene las diez menos cinco. De manera que son las diez y
cuarto en punto.

Mañana de sol La escena, sola. Se oye la voz de tía Matilde que sale llamando.

Matilde. - - ¿Y si se le ocurre llegar a tiempo precisamente hoy?

Tanto la tía Matilde como la tía ANGELINA, que conoceremos enseguida son dos
mujeres con más fantasía que razónmarchitas por la soledad y la soltería. Tal vez
su insobornable manera de vestir las hace parecer un poco más antiguas de lo que
son en realidad, ya que -cortesía aparte- no se las debe suponer más allá de los
cincuenta y tantos. Matilde más autoritaria, se inclina peligrosamente a la oratoria.
Angelina, más prudente, prefiere la música. Son dos tipos pintorescos, con cierto
aire de abanico y álbumfamiliar: pero el autor, que siente por ellas una
irremediable ternura, prohíbe expresamente convertirlas en dos tipos ridículos. En
cuanto al tí EUSEBIO, no pretende ser más que un discreto jardinero de teatro.

Eusebio. - No hay peligro. En lo que llevo de vida no recuerdo un caso de
puntualidad como ese tren; ¡Treinta años llegando todos los días con el mismo
retraso!

MATILDE, - ¿Y le parecetiempo de sobra las diez y cuarto para llegar al tren de
las diez y veintidós?
Eusebio - Sin prisa. El tren de las diez y veintidós no llega nunca hasta las once
menos veinticinco.

MATILDE. - De todos modos no hay tiempo que perder. ¿Está preparado el
coche?
EUSEBIO. - A la puerta.
MATILDE. - ¿Y esas flores blancas? Yo le había pedido ramas verdes.

Alejandro Casona
EUSEBIO. - Cierto. La señoradijo que ramas y que verdes, pero la señorita dijo
que flores y que blancas. Por eso he traído almendros, que son las dos cosas
juntas.
Matilde - Por esta vez, pase. Pero no olvide que en esta casa la única que da
órdenes soy yo. (Dispone los almendros en una tinaja junto a la ventana.)
EUSEBIO. - Mientras sea posible prefiero estar en paz con las dos.
MATILDE. - Mal sistema, Eusebio. A los que vanpor la derecha les tiran piedras
de la izquierda; a los que van por la izquierda les tiran piedras de la derecha. A los
que se quedan en medio se las tiran de los dos lados.
EUSEBIO. - El señor lo decía: es la tragedia de nuestra época. . MATILDE. - Y a
propósito de piedras, ¿por qué lleva vendada la cabeza?
EUSEBIO (quitándose el pañuelo). - Nada. La señorita Angelina.
MATILDE. - ¡Cómo! ¿Le hatirado una piedra mi hermana? EUSEBIO. - Me ha
dejado caer una maceta desde el balcón. MATILDE. - ¡Esa niña!... La pobre
siempre ha sido algo nerviosa, pero ahora, con la llegada de esta señorita, se ha
puesto imposible.
EUSEBIO. - Yo en su lugar no la dejaría sola un día como hoy. Primero dejó
corriendo el agua del baño hasta que inundó la escalera; después puso la mayonesa
en la comida de las...
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