Cassirer
ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
ERNST CASSIRER
Contenido
1.
El aparato simbólico
2.
El aprendizaje del lenguaje
3.
Mitos de los antepasados y la inmortalidad
4.
El arte como forma simbólica
5.
El lenguaje como forma simbólica
1.
El aparato simbólico
El hombre, como si dijéramos, ha descubierto un nuevo método para adaptarse
a su ambiente. Entre el sistema receptor y el efector, que se encuentran en
todas las especies animales, hallamos en él como eslabón intermedio algo que
podemos señalar como sistema "simbólico". Esta nueva adquisición transforma
la totalidad de la vida humana. Comparado con los demás animales el hombre
no sólo vive en una realidad más amplia, sino, por decirlo así, en una nueva
dimensión de la realidad. Existe una diferencia innegable entre las reacciones
orgánicas y las respuestas humanas. En el caso primero, una respuesta directa
e inmediata sigue al estímulo externo, en el segundo la respuesta es
demorada, es interrumpida y retardada por un proceso lento y complicado de
pensamiento. A primera vista semejante demora podría parecer una ventaja
bastante equivoca; algunos filósofos han puesto sobre aviso al hombre acerca
de este pretendido progreso. El hombre que medita, dice Rousseau, "es un
animal depravado": sobrepasar los límites de la vida orgánica no representa
una mejora de la naturaleza humana sino su deterioro.
Sin embargo, ya no hay salida de esta reversión del orden natural. El hombre
no puede escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las
condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico
sino en un universo simbólico El lenguaje, el mito, el arte y la religión
constituyen partes de este universo, forman los diversos hilos que tejen la red
simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana. Todo progreso en
pensamiento y experiencia afina y refuerza esta red. El hombre no puede
enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si
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dijéramos, cara a cara. La realidad física parece retroceder en la misma
proporción que avanza su actividad simbólica. En lugar de tratar con las cosas
mismas, en cierto sentido, conversa constantemente consigo mismo. Se ha
envuelto en normas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o
en ritos religiosos, en tal forma que no puede ver o conocer nada sino a través
de la interposición de este medio artificial. Su situación es la misma en la esfera
teórica que en la práctica. Tampoco en ésta vive en un mundo de crudos hechos o a tenor de sus necesidades y deseos inmediatos. Vive, más bien, en
medio de emociones, esperanzas y temores, ilusiones y desilusiones
imaginarias, en medio de sus fantasías y de sus sueños. "Lo que perturba y
alarma al hombre —dice Epicteto—, no son las cosas sino sus opiniones y
figuraciones sobre las cosas."
Desde el punto de vista al que acabamos de llegar podemos corregir y ampliar
la definición clásica del hombre. A pesar de todos los esfuerzos del
irracionalismo moderno, la definición del hombre como animal racional no ha
perdido su fuerza. La racionalidad es un rasgo inherente a todas las actividades
humanas. La misma mitología no es una masa bruta de supersticiones o de grandes ilusiones, no es puramente caótica, pues posee una forma sistemática
o conceptual; pero, por otra parte, sería imposible caracterizar la estructura del
mito como racional. El lenguaje ha sido identificado a menudo con la razón o
con la verdadera fuente de la razón, aunque se echa de ver que esta definición
no alcanza a cubrir todo el campo. En ella, una parte ...
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