Castle Richard Calor Desnudo

Páginas: 459 (114704 palabras) Publicado: 3 de junio de 2015















Para la verdadera Nikki Heat,
con mi agradecimiento





Capítulo
1

Nikki Heat se puso a pensar por qué parecía que los semáforos en rojo tardaban mucho más en cambiar cuando no había tráfico. Estaba parada delante de la calle Amsterdam con la 83 y estaba tardando una eternidad. Era el primer caso de la mañana para la detective. Podía haber encendido la sirena para girardirectamente a la izquierda, pero el crimen hacía tiempo que se había cometido, el forense ya estaba allí y el cadáver no iba a ir a ningún lado. Aprovechó la pausa para levantar la tapa del café y comprobar si aún estaba a una temperatura bebible. El plástico barato de color blanco crujió y acabó sosteniendo la mitad de la tapa mientras la otra mitad se quedaba sobre el vaso. Heat maldijo en vozalta y tiró la parte inservible sobre la alfombrilla del copiloto. Justo cuando estaba a punto de beber un sorbo, desesperada por un chute de cafeína que disipara su bruma matinal, oyó un claxon detrás de ella. El semáforo se había puesto finalmente en verde. Cómo no.
Mientras sujetaba con mano experta el vaso para que la inercia del giro no hiciera que el café rebosara por el borde y se le cayeraencima de los dedos, Nikki dobló a la izquierda en la 83. Acababa de enderezar el volante al pasar por delante del Café Lalo, cuando un perro apareció de repente delante de ella. Heat frenó de golpe y el café se le derramó sobre las piernas empapándole la falda, pero a ella le preocupó más el perro.
Afortunadamente no lo había atropellado. De hecho, ni siquiera se había inmutado. El perro, unpequeño pastor alemán o un cruce de husky, permaneció descaradamente en medio de la calle delante de sus narices sin moverse, girando la cabeza para mirarla. Nikki le sonrió y lo saludó con la mano. Pero, aun así, siguió allí plantado. Aquella mirada la estaba poniendo nerviosa. Era a la vez desafiante e impertinente. Los ojos siniestros, hundidos bajo unas oscuras cejas y un ceño fruncido, laestaban atravesando. Mientras lo observaba, vio algo más en el perro que no encajaba, como si en realidad no fuera un perro. Era demasiado pequeño para ser un pastor o un husky y el áspero pelaje estaba oscurecido por manchas grises. Además, tenía el hocico demasiado fino y afilado. Se parecía más a un zorro. No.
Era un coyote.
El mismo conductor impaciente que iba detrás de ella volvió a pitar y elanimal se fue. Pero no corriendo asustado, sino trotando, mostrando su elegancia salvaje, su velocidad implícita y algo más: su arrogancia. Ella lo observó mientras se acercaba a la otra acera. Allí se detuvo, giró la cabeza para mirarla descaradamente a los ojos y luego salió corriendo hacia la calle Amsterdam.
Nikki pensó que aquello sí que era una forma inquietante de empezar la mañana: enprimer lugar por el susto al haber estado a punto de atropellar a un animal y luego por aquella espeluznante mirada. Continuó su camino y cogió unas servilletas de la guantera para secarse, deseando haber elegido una falda negra aquella mañana y no una caqui.

* * *

Nikki nunca había conseguido acostumbrarse a los cadáveres. Al volante de su coche, llegó a la calle 86 con Broadway, aparcódetrás de la furgoneta del Instituto de Medicina Forense y, mientras observaba la película muda del juez de instrucción haciendo su trabajo, una vez más pensó que tal vez aquello era algo bueno.
El forense estaba en cuclillas en la acera delante de un escaparate compartido por una tienda de lencería y una modernísima panadería de magdalenas para gourmets. Un dúo de mensajes contrapuestos, si acasohabía alguno. No pudo ver a la víctima a la que estaba examinando. Debido a una huelga del servicio de recogida de basuras que afectaba a toda la ciudad, había una montaña de residuos que le llegaba por la cintura y que empezaba en el bordillo e invadía buena parte de la acera, ocultando el cadáver de la vista de Heat. El tufillo de dos días de basura putrefacta se percibía incluso con aquel frío...
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